En aquellos tiempos en que Abu Navid El
Apócrifo no era aún muy conocido, antes de sus primeros viajes, no era raro
encontrarlo ejerciendo el oficio de tejedor al frente de su casa. Los
caminantes que lo conocían se detenían para conversar con él y obtener algo de
su sabiduría, que ya era conocida en el pueblo. En uno de esos días en que el
maestro Navid se encontraba ocupado en su labor, se le acercó un joven.
- Salve, maestro – Le saludó - He venido en
busca de tu consejo, pues se dice que eres el más sabio de este pueblo, y…
Navid le interrumpió rápidamente: - Tal vez sea conocido en este pueblo por mi
poca o mucha sabiduría, pero también me estoy haciendo conocido como un tejedor
que no entrega a tiempo sus encargos, y esta fama suele ser más duradera que la
otra. Vuelve, pues, mañana, y te daré la
lección que buscas.
Navid El Apócrifo continuó con su
trabajo sin dar oportunidad al joven para siquiera despedirse.
Al día siguiente, el joven regresó y encontró
a Abu Navid aun tejiendo la pieza del día anterior. Apenas levantó la mirada
para ver al joven, haciendo una seña para que guardara silencio y esperara. El
joven se sentó en el piso y esperó, tal como se le había indicado. Así pasó una
hora, y otra más. El joven, que había tratado de mantenerse paciente durante
ese tiempo, no pudo contenerse más y se levantó para hablar. Nuevamente, si
levantar la vista de su trabajo, Navid le indicó con un gesto que esperase. Así
pasó otra hora hasta que el maestro terminó al fin su trabajo. Casi al mismo
tiempo, llegó el mercader que había entregado el trabajo. Después de un rápido
examen de la prenda el mercader se retiró tras pagarle el precio acordado. Abu
Navid quedó solo con el joven.
- Estoy fatigado, ya puedes retirarte – Le dijo
al joven – Yo entraré a mi casa y comeré algo, luego descansaré un poco.
- Pero… ¿Y la lección que me prometiste? – dijo
el joven, sorprendido y molesto.
- Te acabo de dar una lección importante –
respondió el maestro – Si tienes un deber que realizar, no dejes que nada te
interrumpa, luego podrás disfrutar de los frutos de tu labor. Ahora, con tu
permiso, me retiraré a dormir – Dijo, levantándose y entrando en la casa.
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