sábado, 4 de febrero de 2023

Hablando en comida



Si hay algo de lo que todos los peruanos se sienten orgullosos, es de su comida. El extranjero que llega a estas tierras es advertido que aquí va a comer mucho, que no hay mayor placer para los peruanos que invitar comida, y que debe resignarse a subir al menos un par de kilos de peso antes de regresar a su país. Los bocados universalmente consumidos, como hamburguesas, pollo frito y pizza, no tienen aquí sino un éxito mediano, avasallados por sus sustitutos locales, e incluso las pastas y la comida china han hallado aquí un sabor propio y distinto. 
El éxito de la cocina en el Perú ha rebasado el ámbito culinario y se estudia como un caso social e incluso (y esto no es tan conocido) ha llegado a influir en el lenguaje. Nosotros tenemos un nutrido conjunto de frases referidas a la comida que confunden al extranjero e identifican al peruano en cualquier parte del mundo. Quiero poner aquí algunos ejemplos de cómo el peruano se expresa, y que podría hacer pensar que está pensando siempre en la comida, lo que tal vez no está muy alejado de la realidad. 

Supongamos una conversación normal y corriente en el Perú, o mejor aún, una conversación con un extranjero desprevenido, que oye mencionar papas, ollucos, paltas, y cree que ya se acerca la hora del almuerzo y su interlocutor se muere de hambre. Al comentar esto, recibirá como respuesta un “no entiendes ni papa”, dicho entre risas. Otro peruano agregará: “estás mezclando papas con camotes”, equiparando su confusión con la semejanza entre estos dos tubérculos peruanos, conocidos en otros países como patatas y batatas. 

El pobre extranjero, tratando de aclarar su confusión, preguntará si la papa y el camote sirven como verbo o adjetivo en este país. Los peruanos, siempre orgullosos de su comida, le aclararán que ambas opciones son ciertas. Al almuerzo o a cualquier comida, se le conoce como “papeo”, por lo que almorzar o cenar también es “papear”. Y alguien orgulloso de su estado físico declarará: “Este pechito come papa”. El extranjero, ya mareado por estas referencias, tratará de cambiar de tema y comentará el chisme de moda sobre esa pareja a la que se ve en todo momento haciéndose cariñitos. “Es que están encamotados” sentencia el peruano, volviendo al tema de los camotes. Es que decir “tenerle camote” a algo indica para los peruanos predilección o cariño. 

El extranjero piensa que ya es hora de ponerle algo de racionalidad a esta conversación, y preguntará sobre la causa de tanta alusión culinaria. Aquí es cuando los peruanos sueltan la carcajada, pues la palabra “causa” indica aquí tanto un plato de papas amasadas, como un término para referirse a un amigo de confianza. “Tú eres mi causa”, es una frase declarativa de amistad, la que pasa después como fórmula de saludo: “Habla, causa”. 

Incapaz de desviar el tema hacia algo que no tenga que ver con comida, el extranjero, ya con un poco de hambre a raíz de esta conversación, pide que le enseñen este dialecto peruano. “Es papaya”, le responderán, como cuando el peruano quiere resaltar la facilidad de algo. Por el contrario, si algo presenta dificultad, dirá “está yuca”, aludiendo a otro tubérculo peruano. La cara del extranjero es notada por uno de los peruanos, que advertirá: “está palteado”. Los otros peruanos confirmarán la apreciación diciendo “está con la palta”, para indicar que han notado su confusión. Afortunadamente esta es una situación temporal que se resuelve con una explicación. Hay que cuidarse, le advierten, de que le digan que es un “caído del palto”, pues esta frase se reserva para calificar a alguien irremediablemente tonto. 

En adelante, los peruanos lanzarán todos al mismo tiempo una palabra diferente referida a la comida que se usa también como jerga peruana. Se hablará de la “Pachamanca”, mezcla de muchos alimentos diferentes cocinados con piedras calientes dentro de un agujero en la tierra, y también palabra usada para un grupo de muchas cosas diferentes sin orden ni concierto, al igual que las palabras “sancochado”, o “chanfaina”, usadas con el mismo fin. Otro hablará (al mismo tiempo) del “anticucho”, como trozos de corazón de res marinados y cocinados en parrilla, y también como las cosas ocultas y vergonzosas, que alguien no quiere que nadie sepa. Esa persona “tiene sus anticuchos”, se dirá en ese caso. 

Para este momento, el extranjero ya no sabe a quién prestarle atención ante varios peruanos hablando al mismo tiempo, en una polifonía culinaria de la que distingue las palabras “mazamorra”, “tamal” y “chicharrón”. Rendido, el extranjero pedirá a sus amigos peruanos que lo lleven al restaurante más cercano para sucumbir nuevamente al encanto de la comida peruana, que no admite disculpas de dietas o intolerancia al picante. 

Entonces, cuando llegue un visitante a nuestro país y escuche nombres de platos y alimentos en conversaciones cotidianas, no piense que le están recitando el menú del día, ni que es una indirecta para hacerle notar que se acerca la hora del almuerzo, es que así hablamos los peruanos, hablamos en comida.

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