domingo, 30 de septiembre de 2012

Tres leyendas ocultas del rock


Casi regreso 
Algunos años después de fingir su muerte, el famoso artista quiso regresar. Pero había que hacer una prueba antes. Se inscribió en un concurso de imitadores suyos. Aunque pudo recordar algunos de los movimientos que lo hicieron famoso, gordo, viejo y cansado, no pudo siquiera clasificar a la segunda ronda. Derrotado, se fue pensando en morir, esta vez de verdad.


La reunión 
La reunión se llevó en el más estricto secreto. El lugar estaba vacío, a excepción de algunos instrumentos ordenados por teléfono con nombres falsos. Ni un testigo, ni una cámara, ni una grabadora. Ni siquiera sus esposas sabían de la cita de aquella tarde. Había tantas preguntas y tantas expectativas sobre su regreso que decidieron hacer una reunión secreta para saber si aún conservaban la magia que los había llevado al éxito. Una vez juntos, hubo un momento de tensa incertidumbre. Nadie sabía por dónde empezar. Alguien tenía que romper el hielo. El guitarrista empezó a tocar los acordes de un viejo rockabilly y todos lo siguieron. Por un momento parecía que todos volvían a ser los de antes, pero pronto empezaron a perder el compás, a tratar de imponer su estilo solista. Intentaron aún un par de canciones más, algunos de sus éxitos, pero fue inútil. Las letras ahora les parecían tontas y los acordes predecibles. Todos se detuvieron al mismo tiempo, exclamando casi al unísono “Ya no somos aquellos chiquillos”. Abandonaron el edificio convencidos de que la magia se había perdido para siempre, dispuestos a continuar con sus respectivas carreras y ahora sí, sin mirar atrás.


 El contrato 
Todo estaba listo para el gran regreso. Las entradas se habían vendido en poco tiempo y los ensayos iban viento en popa. Parecía que todo sería un éxito y ya se hablaba de una nueva gira, un nuevo disco y tal vez una película. Pero al llegar a su camerino, el artista encontró a un personaje esperándolo. “He oído que quieres regresar” le dijo sin más saludos. El artista no supo qué responder, paralizado de miedo. “¿Qué pretendías hacer? Tienes un contrato, ¿Recuerdas?” El extraño mostró un papel saliendo de un sobre. “Y el contrato se vence hoy. Yo cumplí con mi parte y tú debes cumplir con la tuya”. A la mañana siguiente encontraron el cadáver en el camerino. Los bailarines, técnicos y músicos se reunieron extrañados ante la repentina muerte. Solo uno de ellos opinó: “Parece como si el diablo hubiese venido a reclamar su alma”. Nadie le creyó.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

El hombre y el tigre


Cuando llegué el hombre estaba ya muy grave, su aspecto daba miedo, al ver todas las heridas que tenía en el cuerpo. A pesar de que estaba lleno de llagas abiertas que debían causarle horribles dolores, se mostraba tranquilo, y tenía una expresión tranquila en su rostro. Yo solamente lo observaba y trataba de pensar en la clase de bestia salvaje capaz de hacer tanto daño a un hombre para dejarlo abandonado en el camino donde lo encontraron.
- Voy a tratar de salvarlo, amigo – Le dije, consciente de que mi voz no reflejaba mucha convicción.
- No lo he llamado por eso, Doctor, sino para contarle lo que pasó… 
- No se esfuerce, se debilitará más… 
- Sé que voy a morir, y por eso debo contarle mi historia, déjeme hacerlo… 
- Llamaremos a su familia, no tiene que contarme nada a mí, que no lo conozco, y además soy inglés… 
- Es por eso que se la debo contar a Usted, porque no es indio, y a usted le creerán, escúcheme... 

Así fue que me empezó a contar esta historia en voz muy baja y haciéndome temer a cada momento que no viviría lo suficiente para terminarla, historia que escribo ahora tal como la escuché:

En el camino de Tumbaldar encontré a un viajero que me propuso acompañarme hasta el próximo pueblo. Acepté, pues su rostro, aunque parcialmente cubierto por sus ropas, inspiraba respeto y confianza, y alguien con quien conversar es bueno para quien suele viajar solo. Al principio pensé que el viajero no conocía estos parajes, pues preguntaba sobre los pueblos y las gentes de las aldeas cercanas. Yo estaba complacido de contarle lo que sabía de todos los pueblos de esta región, de las montañas y los ríos dignos de verse por aquí. Así llegamos a las cercanías de la ruinas de la ciudad de Dragupta. Le conté de los maravillosos templos y castillos que aún pueden verse allí. “Estas obras revelan la magnificencia de la que es capaz el hombre” recuerdo que le dije, a lo que respondió: “Usted ha estado sin duda en contacto frecuente con los ingleses, que le han transmitido su soberbia”. En verdad he tenido tratos frecuentes con los ingleses, pero no creía hasta ese momento ser soberbio como decía el viajero. “¿Cree usted acaso que el hombre es el dueño de la creación y que puede hacer en él cuanto quiere?” Aunque no quería discutir con mi compañero de viaje, le tuve que responder que bastaba mirar las maravillosas construcciones de Dragupta, y que ningún animal era capaz de hacer algo semejante. “Entonces no ha prestado atención a los muchos ejemplos a su alrededor. Solo tiene que mirar los nidos de las termitas, para igualar al más pobre de sus nidos, los hombres deberían hacer edificios de cientos de pisos de altura con sus propias manos”. - “Ellos son solo insectos, ningún animal tiene la perfección del ser humano, que con sus manos pueden hacer cualquier cosa, pueden danzar como no lo hace ningún animal, y tienen un alma que expresa sentimientos”. Ante esto el viajero soltó una carcajada fuerte como un rugido. “Los ingleses sin duda lo han convencido de esto. Yo podría demostrarle que el un animal como el tigre es superior al hombre en todo sentido”. Ante mi sorpresa cada vez mayor, me empezó a explicar: “El tigre hace cuanto quiere en la selva, ningún otro animal puede rivalizar con él. El cuerpo del tigre es de una perfección a la que ningún hombre puede aspirar, tiene un paso silencioso y armónico con el que ninguna danza humana puede rivalizar, sus patas pueden ser suaves y también pueden convertirse en armas mortíferas si lo desea, las que hacen parecer a las armas humanas como torpes juguetes. ¿Y qué me dice de su poderoso rugido, que aterroriza a los hombres y animales por igual? Usted me habla de las construcciones de los hombres, y yo le digo que esas construcciones son solo una forma de esconderse del mundo, mientras el tigre no teme a nada y puede dormir donde le plazca, mientras el hombre se refugia en lo más profundo de sus viviendas, lleno de terror”.
Hube de reconocer que el extraño tenía razón, aunque intenté todavía una defensa: “Ciertamente lo que dice no está fuera de razón, sin embargo, el hombre captura al tigre, lo enjaula o lo mata”. - “Ciertamente eso ocurre, pero solo cuando muchos hombres se reúnen para atacar a un solo tigre, con sus armas, elefantes y artefactos. Eso solo demuestra la superioridad del tigre y lo falsa de la victoria del hombre. De igual modo que muchas ratas vencen y devoran a un hombre solo, así es la victoria que usted alega sobre el tigre, esa es una victoria indigna, basada solo en el número”. Nuevamente hube de admitir que el extranjero tenía razón. En ese momento estábamos ya en las ruinas de Dragupta, a lo que el extranjero me señaló los edificios. “Usted me señala con soberbia estos edificios, sin darse cuenta que los templos y edificios están dedicados al tigre. Tigres guardan las entradas de los palacios, y tigres adornan las paredes de los templos. Esta ciudad que usted me muestra con indebido orgullo no está dedicada al hombre, sino al tigre”. La voz del extranjero se había elevado mientras hablaba, hasta convertirse en un rugido. Fue entonces cuando se quitó los velos que le cubrían el rostro, para dejar ver el verdadero aspecto de Sembawang, el dios tigre…

El pobre hombre no me pudo decir nada más. Expiró sin dejar la expresión de resignación de su rostro. Solo me quedó entregar el cadáver a sus familiares que ya habían llegado y encargar una ofrenda al dios de la ciudad de Dragupta, con el reconocimiento de que el hombre no es el dueño de este mundo y que es solo uno más de los seres que lo habitan.

sábado, 22 de septiembre de 2012

La próxima historia


Estoy frente al teclado esperando que la inspiración aparezca para empezar a escribir otra de mis historias. Como ocurre muchas veces, no tengo la menor idea de lo que saldrá esta noche del teclado. No es raro que solo tenga que escribir un par de líneas y después simplemente deje que la historia se escriba sola mientras voy tecleando. En esas ocasiones ni siquiera yo sé cómo va a terminar. Tampoco sirve de mucho el que tenga alguna idea del tipo de historia que voy a escribir. Anteriormente una historia que empezó como una broma, sátira o chiste, se enseria y se pone filosófica y al final queda como una de esas historias para pensar.
Otras veces trato de escribir una nota autobiográfica y la fantasía entra corriendo para convertir la historia en un sueño delirante. Pero la mayor parte de las veces soy literalmente el primer sorprendido con el final del cuento, como si en vez de escribir el cuento lo estuviera leyendo. Algunas veces también empiezo una historias por el final. En estas ocasiones el punto de partida es el ¿Qué pasaría si...? y de allí empiezo a desarrollar la historia. Este es el caso de las historias basadas en otra historia conocida.

Así, pues, al sentarme ante el teclado de la computadora me pregunto al igual que los lectores que siguen este blog qué clase de historia saldrá esta semana. Tal vez sea un cuento disparatado, un pensamiento melancólico, un intento de autobiografía o una simple tontería, tal vez salga esta vez una de las historias de Abu Navid, siempre prometidas y tan escasas en su publicación, o una versión personal de algún cuento o leyenda conocido, últimamente han aparecido muchas frases twitteables, ¿Hace cuánto tiempo que no escribía algo sobre los Beatles? Tal vez sea tiempo de que salga algo ahora.

 Entonces me sentaré y me pondré a escribir el próximo post, que tendrá alguna sonrisa, algo en qué pensar, quizá alguna sorpresa escondida en la última línea. ¿Y cuál es esa historia? Eso lo sabrán leyendo la próxima entrada de este blog.

martes, 18 de septiembre de 2012

La multiplicación de los milagros


Erase una vez que ocurrió un milagro. Un milagro puede ser cualquiera, no importa cual. Puede ser acaso una multiplicación de los panes, o caminar sobre el agua, tal vez un milagro que no esté mencionado en la Biblia. El hecho es que fue un milagro. Los milagros no ocurren todos los días, y es por eso que se les llama milagros. La verdad es que los milagros son tan raros que para que ocurra uno es necesario otro milagro. Entonces sucede que en realidad no ha sucedido un milagro, sino dos. El milagro original y la ocurrencia del mismo, como acabamos de descubrir. Luego nos damos cuenta de que si la ocurrencia de un milagro ya es un hecho rarísimo, el que ocurran dos milagros es aún un hecho más sorprendente, por lo que podemos afirmar que esta ocurrencia es ya un tercer milagro. En consecuencia, tenemos que ha ocurrido no un milagro sino tres. Continuando con estos razonamientos, podemos seguir multiplicando los milagros hasta el número que queramos. Pero esto nos lleva a una paradoja. Mientras más apliquemos este ejercicio, más milagros encontraremos, y si llegamos a un número suficientemente alto (digamos, unos cuantos cientos o miles), descubriremos que en realidad la ocurrencia de tales milagros no es en absoluto un acontecimiento infrecuente, ya que hemos demostrado la existencia de un número alto de milagros ocurridos. Siendo así, el hecho deja de ser un milagro, ya que la característica esencial para calificar a un hecho como un milagro es precisamente el que no ocurra con frecuencia. Por consiguiente, solo podemos llegar a la conclusión de que ninguno de los encontrados fue realmente un milagro, sino un hecho común y corriente. Entonces, ¿Cómo es que llegamos de un número muy grande de milagros a no tener ningún milagro? Es este el verdadero milagro. Como corolario, podemos afirmar con toda veracidad que los milagros realmente existen.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Castigos divinos


El suplicio de Tántalo
Tántalo se encontró de pronto en un lujoso restaurante y sentado en una mesa. Tántalo ve pasar a los mozos con bandejas llenas de las comidas más apetitosas y los vinos más exquisitos. Llama a uno de los mozos y le pide que lo atienda. – Esta no es mi mesa – Es la única respuesta que obtiene. Ve pasar a los mozos y cada plato que ve pasar incrementa más su apetito y su sed.
Esta vez llama a una anfitriona que va ordenando mesas a los que llegan. - El mozo que le corresponde debe estar por aquí, espere un momento, ya no tarda en llegar – Es la respuesta.
Tántalo no puede creer que esté pasando hambre en un restaurante lleno de comida. Decide irse, pero el maitre se le interpone en el camino. - Señor, no puede abandonar este establecimiento, aún no ha consumido, por favor espere en su asiento
Parece extraño que no haya nadie que siquiera se acerque a su mesa para dejarle el agua o los panecillos de cortesía, nadie se acerca a tomar su orden ni a preguntarle si lo están atendiendo bien. Otros comensales vienen, son atendidos, tienen tiempo de conversar y alabar la comida del restaurante, pero nadie se fija en Tántalo.
Empieza a gritar a los mozos, a las anfitrionas, al maitre. Nadie le hace caso. Desesperado y hambriento, intenta coger algo de la comida delas mesas vecinas, pero el personal de seguridad interviene para impedirlo y lo regresa a su mesa, con la promesa que pronto vendrá un mozo para atenderlo. Solo después de mucho tiempo Tántalo se da cuenta de que en realidad está muerto, y este es el castigo que le han deparado los dioses por toda la eternidad, estar rodeado de comida y bebida, pero morir de hambre y sed sin poder probarla ni acercarse a ella.


El suplicio de Prometeo
Prometeo despertó en un lugar desconocido, lleno de sucios edificios y gente de mal talante. Desorientado, empieza a caminar buscando una calle conocida o al menos bien iluminada. Solo recuerda vagamente haber tomado hace mucho tiempo el fuego de casa de los dioses y haberlo entregado a los hombres. Luego, solo puede pensar que este es la pena que le reservan los dioses, pero no puede imaginar aún de qué se trata este castigo. Sin querer, Prometeo ha llegado a un callejón cerrado con una reja. Da vuelta para salir, pero cuatro hombres le cortan el paso amenazándolo con sus cuchillos. Hablan de la suerte que tienen al encontrar un individuo sano y de lo bien que les pagarán por su riñón. Golpean salvajemente a Prometeo, pero a pesar de que lo intenta, no logra quedar inconsciente. Inmovilizado por el dolor, puede ver cómo es llevado a un sucio cuarto, y es tendido sobre una camilla. Entonces llega un hombre con instrumentos quirúrgicos. La poca anestesia que le aplican lo deja inmóvil pero lúcido, por lo que puede ver con claridad cómo el bisturí corta su interior y cómo su riñón es extraído. El proceso sigue a pesar de las muestras de dolor que la anestesia no ha suprimido. Solo al final de la operación Prometeo es abandonado en el mismo callejón donde fue asaltado. Poco a poco el dolor va cediendo y Prometeo se da cuenta de que el órgano extraído se está regenerando en su interior, y la cicatriz está desapareciendo poco a poco. Aunque apenas puede caminar, Prometeo trata de salir de allí, a pesar de que ya sabe que no podrá encontrar la salida de este barrio, que pronto volverá a encontrar a aquellos asaltantes que los golpearán y lo llevarán a ese sucio cuarto donde le extraerán uno de sus órganos y lo volverán a dejar abandonado en la calle, porque es ese el castigo de los dioses, que deberá soportar por toda la eternidad.

lunes, 10 de septiembre de 2012

La reunión de los celulares 2


Desde la última vez que escribí sobre este tema, muchas cosas han cambiado. No solo los celulares han progresado enormemente, sino que también, lejos de ser prohibidos, se les acepta tranquilamente en las reuniones y llegan a ser parte integral de la misma. Yo mismo he cambiado mi antiguo celular por uno de esos blackberrys que no son blackberrys pero hacen lo mismo que hacen los blackberrys sin ser blackberrys, o sea…

- Un Smartphone querrá decir, ingeniero… 
- Si, uno de esos… 

Bueno, ahora tengo, además de contestar las llamadas, que ver los correos electrónicos y los mensajes que me deja la demás gente, que se molesta además si no les respondo. - ¿Para qué tienes entonces ese teléfono? Parecen decirme. Todavía no estoy acostumbrado a esto, pero estoy recibiendo lecciones intensivas de uso de estos aparatos cada vez que tengo una reunión, que va más o menos así:

La reunión empieza esperando a los que todavía no llegan, momento en que los presentes aprovechan para revisar su correo desde su Smartphone y entrar al Facebook un rato. Un par está discutiendo las cualidades de su nuevo celular, y mostrando las funciones que puede hacer. Cuando la reunión comienza, el director aconseja a los demás apagar sus celulares, petición a la que nadie hace caso, por supuesto. El Director saca su Tablet (parece que las netbooks ya están pasando de moda) y la conecta al proyector para mostrar su presentación llena de palabras modernas con las que pretende a la vez apantallarnos y convencernos de la nueva moda en Gestión de Empresas y motivación del personal.
- Como ustedes verán, las estructuras yuxtapuestas de los discriminantes sistémicos actuales conllevan una redefinición de los paradigmas prevalentes, enrutándonos hacia un enfoque holístico del gerenciamiento… 

Para este momento, mientras yo estoy tratando de entender de qué diablos me están hablando, varios de los asistentes, mejor preparados que yo en esto de las reuniones modernas, están tomando fotos de las diapositivas con su blackberry, o consultando en algún diccionario de internet el significado de las palabras del Director. Otros graban con su celular el discurso, para después analizarlo. Yo parezco ser el único que no está grabando, ni sacando fotos, ni consultando ni twitteando nada de lo que pasa. Mientras el Director está concentrado en su labor de apóstol de las nuevas tendencias gerenciales ilustrando sus ideas con una fábula, los demás aprovechan para enviar correos de todas las cosas que se olvidaron hacer antes de la reunión. Yo soy el único que trata de entender algo de lo que se dice y toma algunos apuntes dispersos en un cuaderno. El Director se da cuenta de mi actitud edad de piedra y me dirige la palabra.
- Y Usted, ingeniero ¿Qué opina? 
Trato de responder utilizando las palabras “empoderamiento”, “sistémico”, y otras que acabo de escuchar. Mi explicación no parece convencer del todo al Director, pero como nadie se atreve a refutarme por miedo a decir algún despropósito, salgo más o menos airoso de la situación. No sé si sentirme halagado al notar que algunos han anotado también mis palabras en el bloc de notas de su blackberry.

La reunión termina con unas palabras del Director sobre el uso de las nuevas tecnologías, con lo que los asistentes se sienten con derecho a traer a la próxima reunión su Smartphone o blackberry, esta vez ya con total desvergüenza. Todos salen de la sala mientras miran su celular escribiendo en su twitter o Facebook que acaba de terminar la reunión y ya están saliendo, lo que ocasiona algunos tropiezos en la puerta.
Mientras salgo, mi jefe inmediato se me acerca:
- Oye, tú que parece que has entendido todo, hazme un resumen de la reunión, y me lo envías por correo en una hora… 
- Pero, jefe, ¿No ha apuntado nada en la reunión? 
- ¿Yo? ¡Yo he tenido que responder los correos que me han estado mandando durante toda la reunión! 

Me empiezo a preguntar si esto de la tecnología realmente nos mejora la vida.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Sobre lápices, lapiceros y teclados



Al igual que los compositores hacen diferente tipo de música en piano, guitarra acústica o eléctrica, las historias que yo escribo son diferentes de acuerdo a si son escritas con lápiz, lapicero o si son escritas sobre el teclado de la computadora.

Desde hace tiempo, ya me había acostumbrado a escribir en el teclado de la computadora, más o menos desde que empecé a escribir en este blog, Con la práctica, lo he llegado a hacer bastante rápido, y puedo escribir mientras estoy pensando. La consecuencia de esto es la cantidad de tonterías que pueden leer cada pocos días, y que llegan casi sin editar desde mi teclado. Ahora, por razones de mi trabajo, debo escribir bastante fuera de la oficina o desde una laptop. Aquí la prisa es la que manda y hace que las frases sean más concisas, aunque eso no impide que incluso los informes técnicos que debo escribir tengan un cierto tinte literario en su redacción, que afortunadamente tiene aceptación entre los que trabajan conmigo.

Como decía, ahora debo tomar apuntes en mi cuaderno con un lapicero que se resiste a escribir con facilidad. Como consecuencia, las frases me salen cortas, directas, lacónicas. Cuando, al final de la jornada, debo escribir un resumen, el lapicero tiene la ventaja de la rapidez. Solo basta agarrar un pedazo de papel y apuntar, a diferencia del trámite que significa sacar la laptop de su estuche, buscar un lugar apropiado donde colocarla y esperar a que carguen los programas. Cuando termina la jornada de trabajo, intento escribir algo, pero sin muchos resultados. Las frases no se reacomodan con la facilidad con la que se hacen desde el teclado, y los tachones y borrones dan un mal aspecto estético. A pesar de ello, no han dejado de salir algunas cosas, como el post en verso que publiqué hace un tiempo.

El lápiz tiene otras ventajas estéticas. Se presta mucho más para los trazos, las curvas, los dibujos. puedo jugar con los diferentes grosores del trazo, los contrastes y claroscuros que da la diferente presión sobre el papel, y puedo hacer piruetas con la caligrafía. Hace poco el lapicero me jugó una mala pasada y se rindió a mitad de una frase. No me quedó otra cosa que agarrar el lápiz y terminar con los apuntes que tenía que hacer. En ese momento me di cuenta de lo mucho que extrañaba el sonido del lápiz al deslizarse por el papel, la textura del carbón. Sin darme cuenta, había dejado de escribir y había empezado a dibujar, recordando de pronto la afición que he dejado hace ya tiempo. Me pasé el resto de la noche dibujando, y sintiéndome bien por ello. Incluso mi caligrafía cuando escribo con el lápiz se ve mejor, más parecida a un dibujo, y comprendo lo feo de mi escritura cuando escribo con lapicero. Desde entonces he vuelto a cargar un lápiz en mi bolsillo y he vuelto a aprovechar los pedazos de papel y los post-its para hacer pequeños dibujos e ideas. Algunos ambigramas he sacado últimamente, y algunas cosas que después he incluido en algún power point de los que también he tenido que hacer para mi trabajo.

Recuerdo entonces la vez que me llevó a practicar la escritura con pluma. Es un ejercicio que obliga a uno a escribir con elegancia, como escribían los escritores de siglos pasados. Me sentía entonces como los escritores que escribían largas cartas en papeles delgados, y que después salieron publicados en libros.

Tal vez sea una suerte que haya vivido la época de transición entre el arte manual y la computadora. Para mis primeros trabajos en el colegio utilicé una pequeña máquina de escribir Olivetti antes de pasar a la computadora con Word Perfect. Del igual modo, cuando ingresé a la universidad, aún se dibujaban los planos con plumillas y regla T, ya que en ese entonces la computadoras con Autocad eran muy caras y difíciles de manejar. Es una suerte, como decía, pues ahora creo que me puedo defender igual de bien a mano y en la computadora.

Cada forma de escribir tiene entonces su propio método y su propio encanto. En esta noche en que ninguna otra historia aparece para ser escrita, me siento para escribir en el teclado esta historia sobre la forma en que escribo las historias.

(Post inspirado en una serie de tweets de Mini Relatos)

domingo, 2 de septiembre de 2012

Frases twitteables 14



  • Una vez, alguien con mucha fe logró mover una montaña hasta arrojarla al mar. Ahora tengo una casa de playa. 
  • Oprimí el botón de “Help” y empezó una canción de los Beatles. 
  • A veces soy el “nowhere man”, otras veces soy el “now here man” 
  • ¿Alguien me regala un poco de autoridad moral?
  • Contigo sería un mal albañil, porque cuando te vas, techo de menos. 
  • Quise componer una canción para ti, pero me dejaste solo de guitarra. 
  • Hay días en que todo se te viene encima. Y todo porque Mahoma no pudo ir ese día a la montaña. 
  • Mi vida es tan complicada que mi psicoanalista está buscando ayuda profesional. 
  • El peor castigo en el infierno es una sala con una ventana desde donde se ve el cielo. 
  • … Y esta ruptura amorosa es auspiciada por su cerveza favorita… 
  • Lo que es yo, la venganza la dejo para el postre, porque es dulce y se sirve fría. 
  • ¿Por qué cada vez que se me ocurre una frase genial, resulta que un tonto muerto hace siglos ya la dijo antes? 
  • En la reunión de twitteros anónimos, nadie podía pronunciar más de una frase seguida. 
  • En la convención de twitteros, el discurso principal solo tenía 140 caracteres. 
  • Tengo varias personalidades, sólo por si alguien me pide una segunda opinión. 
  • El único modo infalible de predecir el futuro es esperar a que las cosas pasen y luego decir “¡Yo lo dije!”.
  • Mujer busca carpintero para entablar una relación.
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