lunes, 28 de diciembre de 2020

Balance del año 2020



Este ha sido el año en que aquellos que decían frases como “Vive cada día como si fuera el último”, o “de algo hay que morirse” han tenido que reconsiderar seriamente sus palabras. Si algún lugar común es aplicable, será decir a todas las víctimas del coronavirus que se contagiaron por divertirse en una fiesta, que efectivamente, nadie les quitará lo bailado. 

Los que gustan de hacer predicciones apocalípticas también han quedado con los crespos hechos, pues lo que amenaza acabar con la humanidad no ha sido un meteorito, ni una explosión nuclear, ni una invasión de aliens. Peor aún, este fin del mundo no se parece en nada a lo predicho en la Biblia, sin importar lo mucho que se intente dar vuelta a las palabras allí escritas. A propósito ¿Qué habrá pasado con aquellos que decían que todo estaba predicho en las centurias de Nostradamus? 

En cambio, para los que creen en teorías conspirativas, este ha sido su año. Si hemos de creer lo que se dice en internet, los chinos crearon un virus en un laboratorio con apoyo de los americanos, y lo han transmitido a través de las redes 5G, para que Bill Gates nos inserte un chip dentro de una vacuna y pueda dominar el mundo. Si esto es cierto, la guerra fría entre Estados Unidos y China es puro cuento, y la vacuna de los rusos no existe, sino que es pura propaganda comunista. 

En lo que sí todos parecemos estar de acuerdo es en que este ha sido un año para el olvido. Nos ha hecho falta el Doc Brown y su coche que nos lleve al pasado para arreglar lo que sea que haya salido mal para no estar como estamos. Ya no pediremos matar al bebé Hitler ni volver a ese día nefasto en que elegimos a ese presidente, queremos encontrar a ese chino que lo empezó todo y dejarlo amarrado en medio de la carretera en plena hora punta del tráfico de camiones. 

Al menos este año, los pesimistas han ganado la partida a los optimistas. Los que veían el vaso medio lleno han visto cómo se vaciaba rápidamente. Recordemos cómo al inicio del encierro obligatorio decían que saldríamos en poco tiempo convertidos en mejores personas, más conscientes con el mundo y con la humanidad, que ahora sí a aprenderíamos la lección, en un ánimo de esperanza que no se veía desde el verano del amor de los 60s. Ahora nos preguntamos qué es lo que en realidad hace falta para que aprendamos, después de esto. 

Ahora vemos el paisaje citadino con otros ojos. En mi caso, con lentes empañados por el uso de la mascarilla. Al principio creía que tras los rostros semiocultos por la mascarilla había rostros que se reían de mí, o caras con gestos de desaprobación, incluso de desagrado. Luego caí en la cuenta de que la gente sigue siendo la misma y si les quitara las máscaras, seguiría viendo en las calles la misma inexpresiva cara de palo que siempre he visto. 

Algo que no sé si celebrarlo o no, es la comprobación es que en materia de educación política, las distancias entre nosotros y Estados Unidos se han acortado muchísimo. Y no es que nosotros hayamos progresado, sino que las noticias que han venido de USA este año son iguales a las que tenemos cada vez que hay elecciones en nuestro país. Invocaciones a la amenaza izquierdista, el candidato que no quiere aceptar su derrota, denuncias de fraude, llamados a “defender la democracia”. Me pregunto si los migrantes que pasaron por esto antes de ir a vivir en los EEUU se sentirán más en casa después de esto. 

Este año he descubierto que las tendencias en Twitter son un buen indicativo de lo interesante que está la situación en mi país. Si al ver la lista de tendencias veo solo hashtags sobre grupos de pop coreano, puedo confiar en que nada interesante ha pasado por aquí. Así, empezaremos el próximo año con esperanza, pero también con el miedo a que llegue alguien y nos diga que ahora sí, recién ahora van a empezar los malos tiempos.

lunes, 21 de diciembre de 2020

Carta a Papa Noel


Estimado Santa, 

Antes que nada, quisiera que arreglemos lo que pasó el año pasado, en que la burocracia navideña me impidió recibir mi merecido regalo, yo que me había portado tan bien. Al parecer la tramitología y la logística navideña no está funcionando por algún sitio, porque a mi carta del año pasado me llegó una respuesta diciendo que por motivos de reorganización, la atención de mi carta había sido asignada a los Reyes Magos, y que debía redireccionarla a las instancias correspondientes. Tú ya me conoces, yo soy respetuoso de las normas, así que tal como indicado, envié nuevamente mi carta con atención a los Reyes Magos de Oriente, con el resultado de que mi carta fue nuevamente rechazada en Mesa de Partes, diciendo que no habían recibido instrucción alguna para atender mi caso y que aún estaba yo asignado a Papa Noel. De nada sirvió reclamar, mandar memos a las instancias superiores, y amenazar con pasarme a las celebraciones de Hannukah, porque al final no recibí nada. 

Bueno, ya lo pasado, pasado, y este año, espero que ya se haya arreglado el organigrama celestial y la asignación de personal para atención navideña. No estaría de más recordarte que revises tu carpeta de spams, algunos conocidos míos se han estado quejando de que no has leído sus cartas, y han recibido el regalo genérico de un par de calcetines, que es como decir “no has especificado nada, así que toma para que no fastidies”. 

La lista de buenos y malos también parece que la hubieras subcontratado a alguien sin experiencia, a juzgar por lo visto el año pasado. No quiero pecar de chismoso, pero si yo te contara lo que sé de algunos que han recibido buenos regalos, te caes de espaldas y reclamas que devuelvan todos los regalos que han recibido desde la década de los 80. 

Espero entonces un buen detalle de tu parte para mí y para todos los míos, tú sabes que aquí la mayoría de la gente es buena y se porta bien, sin contar que por ser peruano me corresponde un bono por lo aguantadores que somos, eso es más que sabido. 
En cuanto al regalo, no pido mucho. Que tengamos trabajo, que haya felicidad de esa que no se compra en las tiendas, y que los maleteros, picones y mala leches se tomen un año de vacaciones. El resto, las cosas materiales, ya se las encargué al amigo secreto, que a estas horas ya debe estar bien aleccionado, y a mis amigos y familia, que dan de todo y si no, se lo inventan. 

Muchos saludos y Feliz Navidad a ti también. 

YO.

lunes, 14 de diciembre de 2020

El perdido arte de dedicar una canción



“Ahora, quiero dedicar esta canción a xxx que me está escuchando…”

Hace tiempo, escuchar esta frase era común en cualquier reunión, o en algún restaurante con música en vivo, antes de empezar una canción que todo el mundo conocía y que posiblemente no tenía nada en común con el destinatario más allá del título o algún detalle secundario. En ese momento, y hasta ahora, el dedicar una canción es el mínimo y más fácil sustituto a una serenata o a escribir una canción. 

El dedicar canciones, como casi todo, ha cambiado con el tiempo y el avance de la tecnología. Antes, para hacerlo, uno tenía que llevar los músicos hasta el balcón de la destinataria, y gastarse la garganta para hacerse escuchar entre el ladrido de los perros, las quejas de los vecinos y los gritos del padre amenazando con traer a la policía. Una vez conocí en un congreso a una persona que me contó que su padre le llevaba serenata a su futura esposa para enamorarla, con ayuda de unos amigos de la universidad. El asunto resultó tan bien que terminaron casándose y convirtiéndose en sus padres, y en cuanto a los amigos, se dedicaron a la música de manera profesional, con el nombre de Los Kjarkas, así que esta persona podía decir con orgullo que su padre le llevaba a su madre a Los Kjarkas para darle serenata. ¡A ver quién supera eso! 

El problema con dedicar canciones es que se debe escoger muy lo que se va a dedicar, y no caer en las canciones que todo el mundo dedica, y que por lo mismo, ya no significan nada especial. Hace tiempo, con ocasión del día de la madre, asistimos a un almuerzo en un conocido local. Como suele suceder en estos acontecimientos, el local estaba lleno a reventar, con mesas animadas donde se juntan las generaciones celebrando el día el que nuestras respectivas progenitoras no tienen que lavar platos ni recoger la mesa. En el local en cuestión tenían a un conjuntito musical compuesto por un organista y dos cantantes, que hacían su trabajo a pesar de que cada mesa parecía estar mas ocupada en sus propias conversaciones que en la música que tocaban. Bueno, por lo menos había un tonto que escuchaba de vez en cuando. Ya saben, el tonto era yo. El conjunto en cuestión interpretaba el clásico repertorio "dedicado a mamá" que escuchamos todos los años, a saber: "Corazón de Dios" (Madrecita linda, corazón de Dios...), "Amor Eterno" y dos o tres canciones más. Como las canciones para la madre son en realidad pocas, estas canciones eran intercaladas con otras que eran precedidas invariablemente con la frase "Esta canción va dedicada a todas las madres". El problema era que atendiendo a las letras de las canciones, las mismas no eran muy dedicables que digamos. Canciones como "Mamarracho", u "Odiame" como que no cuadran del todo en la ocasión. Incluso el tema de Juan Gabriel "Amor Eterno" no me parece como para cantárselo a mi madre en un almuerzo, pues se trata de una canción para una madre que ha fallecido. Si fuéramos consecuentes resultaría algo así: - Escucha, Madre, esta canción tan bonita, no puedo esperar a que te mueras para poder dedicártela... 
 Mi padre, con más sentido en estas cosas, por ejemplo, se molestaba cuando le cantaban "Mi Viejo": - No me cantes esa canción, que es para viejos!!! 

No, pues, para dedicar una canción hay que saber, para no meter las cuatro. Mi padre me contaba en alguna ocasión de una radio en la selva que hacía dedicatorias tales como esta: - Esta canción va con mucho cariño de parte de su esposa para Don XXX, que está en el monte: "Que te coma el tigre" 
 Las serenatas hoy son una actividad casi extinta, que no ha podido revivir ni siquiera en esta época de pandemia, en donde se han visto tantas comunicaciones inter balcones. Lo que se había utilizado en su lugar son las sesiones de karaoke, en que uno escoge una canción y se la dedica a alguien como muestra de amor desafinado. A mí no me pregunten si funciona, porque nunca lo he hecho, aunque varios me han visto cantar con tanto sentimiento que aseguran que alguien de la concurrencia tenía que darse por aludida.  

Otra forma musical de demostración de amor era dedicar una canción por la radio, o mejor aún, por televisión, a la persona amada, al padre o a la amistad con quien se quería “algo más”. El problema era que la persona tenía que saberlo por anticipado y estar pendiente de la mención, pues en un momento de distracción el momento podía perderse irremediablemente. Hasta hace poco había programas de videos musicales que aceptaban dedicatoria, y en donde podían verse patinadas épicas como Shakira cantando "Bruta, Ciega, Sordomuda" y abajo una cinta que decía "De Paquito para Yessy" o algo por el estilo.
 Ahora es muy fácil usar el internet para dedicar una canción o todo un playlist de Spotify, con lo que se ha perdido mucho del significado de dedicar una canción, al punto de que mucha gente considera esto como algo obsoleto y anacrónico. Esta facilidad hace también mucho más fácil meter la pata, dedicando un reggaetón de esos que dicen cosas como “Agresiva me choca, grita como loca, mientras la devoro ella se toca”. ¿De verdad habrá gente que le dedica a alguien un reggaetón?
 Se pueden encontrar en internet listas de canciones que NO se deben dedicar a nadie, debido al contenido de sus letras, y que incluyen canciones muy conocidas como “Roxanne” (canción de amor a una prostituta), “Every Breathe you Take” (acoso, relación tóxica) o “You’re Beautiful” (acoso callejero). 

La gente que dedica canciones en estos tiempos la suele pasar por whatsapp u otra red que permita mensajes privados, aunque si son como yo, deben rescatarla de entre la marea de videos dizque graciosos, fotos de gatitos y fake news que llenan mi celular a diario. 

Y al final, o lo más importante: ¿Qué piensa la persona a la que le dedican la canción? ¿Se sentirá identificada? Si es que no le da importancia al gesto y sólo tienen un desganado “Ah, qué bien” al escucharla, no me lo digan. Si alguien pasa horas buscando la canción perfecta para dedicar y dedica una joya poco conocida para que la aludida no se fije en la letra ni en la hermosa armonía, no quiero saberlo. En serio, déjenme con mi ilusión.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

El columpio



De todos los juguetes, el columpio es el que más daño hace a las esperanzas de los niños. Comienza primero sentándose cómodamente y alguien que te da un pequeño empujón. Si así quedara la cosa, no habría daño, pero no es así. Uno quiere más. Quiere llegar más alto, balancearse más rápido. Por un momento, menos de un segundo, crees que estás volando a gran velocidad, pero en realidad no te estás moviendo de tu lugar, es todo una ilusión. No estás volando, no estás cayendo, no estás avanzando, cuando retrocedes tampoco te mueves de tu sitio en realidad. Cuando el niño baja, cree que ha volado y que ha hecho un viaje a gran velocidad, cuando en verdad todo aquello ha sido solo una ilusión. ¿Quién podrá después evitar decepcionarse? Claro, cuando uno es muy pequeño no se da cuenta de esas cosas y piensa que en la vida real podrá volar, y avanzar velozmente, porque ya olvidó que la mitad del tiempo estuvo bajando y regresando a su mismo sitio. Cuando uno se hace mayor recién se da cuenta de lo tonto que era todo esto, y se pone triste, pensando en lo que será el resto de su vida en un mundo que es como ese columpio que lo ilusiona por un momento, pero que al final le devuelve los pies a la tierra.

domingo, 29 de noviembre de 2020

Yo, lector


Hubo una vez, en un pueblo pequeño en donde Dios había decidido que la maravillosa vista del mar debería compensar todas las demás carencias, una mujer esperaba un hijo. Los doctores le dijeron que el embarazo estaba comprometido, por lo que le recomendaron guardar reposo. Esto, obviamente, era más fácil decirlo que hacerlo, habida cuenta que habían otros dos pequeños que cuidar y el esposo estaba viajando continuamente a la capital buscando un trabajo que les permitiera mudarse. La mujer continuó haciendo su vida normal hasta que los malestares la pusieron realmente en riesgo. Obligada a guardar cama, sin que la dejen ver a sus otros hijos ni a la pariente que vino a casa a ayudar en las tareas, se vio obligada a coger un libro, uno de esos que por su tamaño y su peso imponen respeto y hasta miedo de emprender la lectura. El libro fue despachado en apenas tres días, y toda la familia se dio a la tarea de buscar otros libros para que leyera. 
Al cabo de pocos días, en su cuarto había dos enormes pilas de libros, una de los que ya había leído y otra de los que aún le faltaba leer. Se dice que por allí pasaron El Quijote, Las Mil y una Noches, El Conde de Montecristo, los nueve libros de Herodoto, Balzac, Julio Verne, tragedias griegas, novelas del Siglo de Oro español y colecciones varias de literatura, además de muchas novelitas románticas de Corin Tellado y cuanto periódico llegara al pueblo. Como si hubiera sido adrede, el parto se adelantó hasta justo el día en que ya no quedaba en el pueblo libro que no haya pasado por su habitación. Después del nacimiento, ya sea por las labores propias de la maternidad o por falta de algo nuevo que leer, la compulsión lectora cesó para siempre. La familia consideró el evento como una versión algo rara de los clásicos antojos de embarazada, opinando que era el bebé quien en realidad leyó todos esos libros, por lo que nadie se extrañó cuando el hijo aprendió a leer antes de lo usual y no podía salir a la calle sin leer en voz alta todos los carteles y anuncios que veía. 

En cuanto al niño, que terminé siendo yo, mantuvo la avidez de la lectura, impulsado por sus padres y la competencia con sus hermanos, que luchaban por terminar el libro antes que los otros para narrar el final a los demás. Con el tiempo, adquirí la habilidad de leer con rapidez comics y revistas en los estantes de las librerías para terminarlos antes de que el dueño se diera cuenta de que estaba leyendo gratis y que no pensaba comprar nada. El bus también se convirtió para mí en una biblioteca ambulante. Me sentaba o incluso me quedaba de pie junto a quien estuviera leyendo una revista o libro para leer durante el viaje. 
Cuando la situación económica, aún muy comprometida, lo permitió, me trasladaron a un colegio que tenía una biblioteca muy surtida. Fue uno de los descubrimientos que cambió mi vida. Allí leí por primera vez a Borges, Vargas Llosa, Vallejo y Goethe. Recuerdo que durante las vacaciones extrañaba la biblioteca y sus libros, y al volver a clases emprendía furiosas sesiones de lectura para saciar el síndrome de abstinencia. 

En la universidad, ya me consideraba un lector muy competente, hasta que conocí gente que me decía que lo había estado mal toda mi vida. Los libros, me decían, estaban hechos para ser subrayados, anotados y comentados. Esto para mí era casi una herejía, acostumbrado como estaba a compartir libros con mis hermanos o tomarlos prestados de las bibliotecas. Mi mérito era más bien conservar los libros limpios y sin señas de que alguien hubiera pasado por allí, para que el siguiente en leerlos tuviera la misma sensación de descubrimiento que yo tuve. Había también gente que se escandalizaba al saber que yo no había leído a Sartre, ni a Marx, profesores que urgían a sus alumnos a leer a Lenin. Una vez alguien me alcanzó una lectura de Stalin y me causó tal desagrado que no pude comprender la adoración que causaba en otras personas. Consideré suficiente las lecturas de Bertolt Brecht en la biblioteca de mi escuela y nunca volví a leer esa literatura panfletaria de izquierda que se empeñaban en pasarme. Afortunadamente, también había algunos aficionados a la ciencia ficción, a cuyo grupo me agregué con entusiasmo. 

La biblioteca de la Facultad de Ingeniería se volvió también el lugar a donde quien me buscaba podía encontrarme. Tomaba entonces los libros de los cursos que llevaba, pero me detenía mucho tiempo también en aquellos que narraban la historia de la ciencia y la técnica. Algunos compañeros encontré que compartían mi gusto por la literatura, y el afán competitivo propio de la Universidad nos hacía vanagloriarnos de los libros que habíamos leído. A quien enseñaba orgulloso "El Lobo Estepario", otro respondía con "Crimen y Castigo", y a quien presumía de haber leído "La Divina Comedia", respondía con "Fausto". No faltó en ese tiempo quien me recomendara un curso de lectura rápida. Aunque yo puedo leer bastante rápido, siempre tuve miedo de esos cursos, temiendo que la rapidez me quite el placer de la lectura. Ignoro aún si los que han seguido tales cursos pueden gobernar su velocidad de lectura, dependiendo de si leen por placer o necesidad. 

De vuelta al mundo real, el trabajo se hizo tan exigente que no dejaba tiempo para nada. El periódico dominical me duraba varios días, de tan cansado que llegaba a dormir. Poco a poco fui mejorando y cuando quise volver a tomar el hábito de la lectura, descubrí que todos parecían estar leyendo libros de autoayuda. Con solo hojear uno de esos libros, sentí lástima por los lectores. Después de haber leído “El Aleph” simplemente no podía descender a esas pobres imitaciones. A todos los que leían a Paulo Coelho les recomendaba “El Nombre de la Rosa”, y a los que leían “Caballo de Troya” les recomendaba “El Evangelio según Jesucristo” de Saramago. Con algunos tuve éxito. 

Ahora ya no leo tan vorazmente como antes, aunque tengo algunos libros a los que regreso. Aunque tengo una tablet en la que descargo algo de vez en cuando, no es lo mismo, porque no me es tan fácil regresar páginas para entender mejor, que es algo que hago mucho con los libros de papel. Todavía soy incapaz de tomar un lápiz para profanar un libro y anotarlo, o peor aún, subrayarlo, perversión de fanáticos religiosos que tienen su biblia llena de líneas con colores fosforescentes. Tampoco he logrado nunca terminar un libro de Cortázar, aunque respete a quienes lo han logrado. No sé todavía si soy un buen o mal lector, creo que simplemente soy un lector.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Perú: Políticos vs Pueblo (parte 3)



Después de 8 días en que en mi país ha habido 3 presidentes, o incluso 4, si nos ponemos legalistas, me tomo un respiro para tratar de extraer las conclusiones y las lecciones aprendidas, que espero que aún se recuerden en unos pocos meses, cuando nos toque elegir nuevamente presidente. Esta experiencia nos ha mostrado cómo somos, nuestro mejor y peor lado al mismo tiempo, dependiendo del lugar de las protestas en que estuvimos. 

En primer lugar, hemos descubierto la espantosa desconexión entre la mayoría de quienes nos gobiernan, diciendo representarnos, y las personas del pueblo, que trabajamos, circulamos, y tratamos de sobrevivir en este país. La clase política que no escucha a la calle dejó de ser una metáfora esta semana y se convirtió en un episodio real: Después de decidida la vacancia presidencial, una muchedumbre se congregó frente al edificio del Congreso, gritando arengas contra el atropello legal que esto significaba. La respuesta fue ordenar a la policía que alejara a la gente hasta donde los gritos no se escucharan. Al día siguiente, la gente llegó con bocinas cuyo sonido atravesó la plaza que separa la avenida y el Palacio Legislativo, y también las gruesas paredes del centenario edificio. El Congreso sesionó por tres días escuchando a toda hora las bocinas que les recordaban que allá afuera había un pueblo al que escuchar. Una de las frases que se han esparcido por todas las redes sociales, es “que nadie te diga que las protestas no solucionan nada”. 
Por mucho tiempo, se ha aplicado aquí la política de los hechos consumados, donde se esperaba que la gente acepte lo que hagan desde el Gobierno, y las protestas duren uno o dos días y después no pase nada. Debo admitir que yo también creí que ahora sería igual. Pero no fue así. La protesta ha funcionado. Espero que desde hoy esto sea tomado en cuenta por quienes dirigen el país. 

Otra de las lecciones aprendidas de esta semana, aunque yo ya la sabía desde antes, es que, al menos en el Perú, o en su clase política, las ideologías han muerto desde hace tiempo. Ya no existe derecha ni izquierda, solo intereses personales o de grupo. Aquellos que se reclaman (o son tildados) de derecha, son en realidad defensores de las grandes empresas; y los opositores a estas mismas empresas son quienes serán asignados a la izquierda. No hay más. Y la gente desconfía de quien se reclama de izquierda y teme a los representantes de los ricos (porque nadie se identifica a sí mismo como derechista). 

Esta falta de ideología hace que en este país hayamos normalizado a los políticos que cambian de partido con facilidad, y que los veamos con la misma cara con la que vemos a los futbolistas que cambian de club. Existen aquí políticos que han cambiado cinco o seis veces de partido a lo largo de su carrera, siempre siguiendo a quien según ellos, tienen mayor oportunidad de llegar al poder. Es por eso también que generó tanto rechazo la designación como premier de Antero Flores Araoz, que había pasado ya por cuatro partidos políticos, siendo gobierno en dos de ellos, lo que, según él, daba fe de su experiencia política. 

Si fue penoso saber de dos muertes durante las protestas, también lo fue el comportamiento de los candidatos presidenciales que ya estaban en campaña desde una semana antes, y que guardaron silencio cómplice ante las acciones del Congreso, ante la represión policial, y ante los reclamos de toda la gente que llenaba las calles. Ya mencioné a uno de tales candidatos cambiar de posición tres veces en un día, pero los demás tampoco tuvieron una posición hasta que se supo de los fallecidos, solo entonces se mostraron en contra del presidente impuesto por el Congreso y pidieron su renuncia. Que alguien me muestre un mejor ejemplo de oportunismo político. ¿Tenían que morir dos personas para obtener de ellos una opinión? 

Como en cualquier acontecimiento político, los políticos tratan de acomodar los hechos a su conveniencia. Pero eso jamás lo había visto tan torpemente hecho como ahora. Al verlos en televisión (pues ninguno salió jamás a la calle, y el que lo intentó fue rechazado vergonzosamente), no podía creer que sean tan ciegos, pues donde las cámaras mostraban pancartas contra el Congreso, ellos veían defensa al presidente depuesto, y donde se leía “Fuera Merino”, ellos interpretaban “La gente quiere una nueva Constitución”. El propio Premier veía una plaza llena de manifestantes y decía que “solo eran unos cuantos”. 

Tal vez la lección más clara de estos días es que los políticos desprecian a los jóvenes. Ya desde antes, cuando había una protesta, a los jóvenes se les llamaba despectivamente “pulpines”. Y como en esta ocasión, la mayoría de los que salieron a protestar son jóvenes, desde el primer momento se les descalificó como seres incapaces de pensar por sí mismos. Se les acusó de ser manipulados por movimientos terroristas, o por un partido político de escaso arraigo nacional. Aquí en el Perú, la mayoría de edad y el derecho a voto se obtiene a los 18 años, por lo que se supone que tiene el discernimiento para tomar una posición política, pero escuchando a algunos analistas políticos, podría pensarse que estaban hablando de minusválidos mentales. Afortunadamente, ahora ya se los empieza a reconocer como una fuerza a tomar en cuenta, con el nombre que se han ganado esta semana: “La generación del bicentenario”, en alusión a que el año 2021 se cumplen 200 años de nuestra independencia. 

Ahora el nuevo Presidente interino ha asumido sus funciones, con un discurso con tintes literarios (distancia sideral con los balbuceos de Manuel Merino) que ha gustado mucho a la gente, pero que no ha hecho olvidar que esta vez no le daremos carta blanca, que estaremos vigilando y saldremos a la calle cuantas veces sea necesario, y que ya no nos distraerán ni siquiera los partidos de la selección de fútbol, que por primera vez desde que tengo memoria han pasado casi desapercibidos en beneficio de temas más importantes. 

 La historia todavía no termina, hay mucho por hacer. Los políticos se recompondrán después de esto, sin duda, el Congreso sigue allí con la misma gente que nos metió en todos estos problemas, algunos ya tratan de limpiarse la cara, y nadie dice que los meses que siguen serán fáciles, pero hay algo de esperanza, que esa es la palabra más escuchada en estos últimos dos días. Por mi parte, volveré a mis tonterías hasta que se vuelva a necesitar una voz que deje la historia por escrito para que no sea olvidada.

martes, 17 de noviembre de 2020

Perú: Políticos vs Pueblo (parte 2)


Escribir sobre lo que ha pasado en estos últimos días en el Perú es una buena forma de ver las cosas con algo de perspectiva, de pensar en el porqué pasa lo que está pasando, y me servirá después para recordar lo que pasó en esta semana en que las noticias se volvían obsoletas a cada minuto, atropelladas por las nuevas que iban llegando. 

Cuando el lunes pasado se votaba la vacancia presidencial de Martín Vizcarra, nadie parecía mostrar demasiado interés. La gente no se agolpaba frente a los televisores de las tiendas, y en las conversaciones era solo un tema más. Al fin y al cabo, Vizcarra ya había superado con éxito otro proceso de vacancia apenas un mes antes, las encuestas le daban aceptación, ya se habían convocado elecciones para sucederlo y de todas maneras se iba a ir en cinco meses. Los congresistas no van a ser tan tontos para vacarlo, se decía, y muchos congresistas declaraban a la prensa que votarían en contra de la destitución. 

Había tranquilidad en la calle, así que la noticia de que el Congreso declaraba la vacancia presidencial nos cayó a todos como un baldazo de agua fría. Solo entonces prestamos atención a los detalles y fue allí cuando la calle se sublevó. De acuerdo a ley, a falta de vicepresidentes (la vicepresidenta había renunciado hace meses, luego del fiasco del Congreso anterior), correspondía asumir la presidencia al presidente del Congreso, Manuel Merino, el mismo que había dirigido el proceso de vacancia. No hacía falta mucha suspicacia para concluir que había muchas cosas turbias allí, el cambio de votos también nos hizo preguntar las razones que habrían detrás. Por último, el Presidente del Congreso que asumió el cargo, era uno de los 68 congresistas con juicio pendiente que había mencionado Vizcarra en su defensa. 

Al peruano de a pie, como he dicho, solo le interesa que lo dejen trabajar o estudiar tranquilo, sin sobresaltos, y que los políticos no lo molesten. Pero esto ya era demasiado. La gente se organizó rápidamente en las redes sociales para salir. La gente se convocaba para salir a protestar esa misma noche, utilizando la inmediatez de la tecnología. Apenas conocido el resultado de la votación, decenas de personas ya estaban protestando frente al edificio del Congreso. La proporción de la respuesta popular tomó por sorpresa a los políticos, que ignoraban totalmente la existencia de redes como instagram o tiktok, y que apenas saben utilizar whatsapp. 
Nadie de la casta política podía explicar la rapidez de la reacción, anclados como están a las ideas del siglo pasado. Peor aún, todos descubrimos que habían estado viviendo todo este tiempo en su burbuja de privilegios, vanidades y pequeñas ambiciones. La respuesta de los políticos fue la del manual: había que culpar a “alguien”, y decir que ya todo estaba preparado, que era un plan terrorista. 

Supongo que para un testigo externo sería un espectáculo extraño ver que caía un presidente acusado de corrupción y nadie salía a celebrarlo, sino a protestar contra los que lo destituyeron. La sorpresa sería mayor aún cuando nadie fue al Palacio de Gobierno para defender al presidente. Vizcarra, junto a todos sus ministros, anunció que se retiraba a su casa esa misma noche. Algunos criticaron la acción, fue acusado de rendirse sin presentar batalla, pero a la vista de lo que pasó después, tal vez evitó un desastre mucho mayor. Alguien preguntará también cómo es que un presidente sin historial de populismo, y con acusaciones de corrupción, mantenía el apoyo del pueblo. La respuesta puedo ensayar es que desde el inicio de su gobierno se le vió animoso para trabajar a pesar de todas las trabas que le ofrecía el Congreso, y durante la pandemia tomó decisiones firmes. Es cierto que muchas de las medidas tomadas estuvieron equivocadas, pero por lo menos la impresión que dejaba era que estaba haciendo algo. El Congreso, en cambio, era visto como el que obstruía todo lo que se quería hacer, y que solo demostraba ganas de trabajar cuando se trataba de defender de las acusaciones a sus miembros, lo que ocurría con alarmante frecuencia. 

Al día siguiente de la vacancia, en el Palacio de Gobierno veíamos el penoso espectáculo de la toma de posesión con menos apoyo popular en la historia peruana, una ceremonia apurada, que se adelantó para evitar el levantamiento popular. Pero las manifestaciones ya habían empezado desde temprano. Nadie celebraba la caída de Vizcarra, aunque tampoco eran muchos los que lo defendían. Los mensajes en las pancartas de los protestantes eran claros: Merino no es mi presidente, Que se investigue a Vizcarra. 

Aquellos que no conocían antes a Manuel Merino, no pudieron llevarse una peor impresión. Con un parecido físico a Nicolás Maduro, apenas podía leer bien un discurso hecho a la apresurada, lleno de generalidades y lugares comunes, sin nada de sustancia, y totalmente ajeno a lo que pasaba en la calle. Mientras juraba, la Plaza Mayor y todos los accesos al Palacio de Gobierno estaban cerrados por la policía para impedir que la gente se acercara. Todos los analistas políticos coincidían en que la composición del gabinete ministerial sería clave para dar tranquilidad a la gente y acabar con las protestas, que iban creciendo a cada hora. El problema era lo difícil de encontrar gente dispuesta a ser parte de un gobierno al que ya se acusaba de ilegalidad. Se hablaba de golpe de estado. 

Las declaraciones de los congresistas que apoyaron la vacancia demostraban que no tenían idea alguna de qué hacer. Se trató de hacer ver a los manifestantes mayoritariamente jóvenes como niños manipulados por las organizaciones terroristas que azotaron al Perú en los años 80, mientras esperaban que las protestas perdieran fuerza por sí solas y desaparecieran por sí solas. La respuesta de las pancartas se convirtió en el resumen del movimiento: “Se metieron con la generación equivocada”. 
Fue esa noche en que la policía, que hasta ese momento no había hecho más que acompañar las marchas, empezó a responder con gases lacrimógenos y rifles de perdigones. Alguien había dado la orden, sin duda, y ante la ausencia de un Ministro de Interior, la responsabilidad cayó sobre el propio Merino. 

En la mañana, cuando se esperaba la asunción del nuevo gabinete de ministros, solamente juramentó el Presidente del Consejo de Ministros. Fue otro espectáculo de vergüenza ajena ver a un presidente jurar a un Premier sin ministros. El nuevo Premier era Antero Flores Araoz, un viejo aristócrata de la política que ya había servido a otros gobiernos de diferentes ideologías, y que ahora se le encargó la tarea de completar el gabinete. Los nuevos ministros llamados por Flores Araoz (cuyo apellido compuesto es casi una declaración de su derechismo anacrónico) fueron casi todos de la vieja guardia de la política, derechistas a ultranza a los que las redes sociales llamaron inmediatamente “Jurassic Park”. Ese mismo día Antero Flores dio muestra de no entender lo que pasaba en el país que estaba llamado a gobernar. Declaró que no tenía idea de porqué los jóvenes protestaban. Tal vez es porque están cansados de la cuarentena, dijo. Cuando una periodista le mencionó que lo estaban dejando “en visto”, respondió extrañado que no tenía idea de lo que significaba eso. 

Mientras tanto, las marchas de protesta crecían día a día, y ya era la manifestación más grande de la historia en el país, pues no solo se realizaba en la capital, sino en cada ciudad grande del Perú, en muchos de los pueblos, y hasta en el extranjero. La protesta convocada por redes sociales y sin cabezas visibles, desconcertó a toda la clase política, que veía aparecer marchas como por arte de magia. No sabían que los influencers de todo tipo estaban llamando a las calles. Redes de grupos K-Pop, equipos de fútbol, anime, tomaban partido y saboteaban los hashtags de twitter a favor tanto de Vizcarra como de Merino. Los candidatos a las próximas elecciones estaban igual de confundidos que el gobierno y el congreso. La mayoría guardó silencio, sin saber qué posición tomar. Uno de ellos, George Forsyth, a quien algunas encuestas daban la preferencia una semana antes, trató de tomar posición a favor del Gobierno en la mañana, para tomar una posición neutra en la tarde y estar en contra en la noche. Otra candidata, Verónica Mendoza, apareció en una marcha en Cuzco, su ciudad natal y su fortín electoral, y fue rechazada entre abucheos. Apenas Jorge Guzmán, quien llamó a marchar desde el comienzo, fue tolerado en las marchas, aunque nunca las dirigió y solo se le permitió ser uno más en el movimiento. Nadie hasta hoy, puede decir que obtuvo beneficios políticos de las protestas. 

La represión policial se hacía cada noche más violenta, y la negación del gobierno de los excesos era desmentida inmediatamente por los periodistas nacionales y extranjeros que cubrían las manifestaciones. El saldo del día sábado fue dos jóvenes muertos por perdigones disparados a corta distancia, y decenas de desaparecidos. Apenas se supo la noticia, lo poco que quedaba del gobierno se derrumbó. La mayoría de los ministros renunciaron esa misma noche, dos días después de haber jurado, al igual que la Mesa Directiva del Congreso. Todos los que habían callado hasta entonces, políticos, congresistas y expertos en política, empezaron recién a criticar a Manuel Merino pidiendo su renuncia. 

El día sábado, apenas seis días después de jurar como presidente, Manuel Merino renunció, en un mensaje a la nación tan confuso que tuvo que decir explícitamente que renunciaba para que la gente supiera de qué estaba hablando. 

Sin embargo, la crisis no terminaba con la renuncia de Merino. El mismo Congreso que no supo medir las consecuencias de sus actos (y que ni siquiera aceptaba responsabilidad alguna), tenía que decidir quién sería el próximo gobernante, a falta de Presidente, Vicepresidente, y Mesa Directiva del Congreso. De acuerdo a la ley, correspondía elegir a un nuevo Presidente del Congreso, que se convertiría inmediatamente en Presidente del Perú. La ocasión requería un consenso entre todos los partidos para elegir una Mesa Directiva sin personajes cuestionados, y por primera vez, uno de los factores era la aceptación popular. Ni siquiera eso se logró. Las enemistades políticas y ambiciones lograron el milagro de sabotear una elección en donde se presentaba una lista única que al final no apoyaron los que la habían propuesto. Solo al día siguiente se pudo lograr un consenso para elegir como Presidente de la Mesa, y Presidente del Perú, a Francisco Sagasti. 

Detendré por hoy aquí esta historia, consciente de que no he contado sino una pequeña parte de todo lo que pasó. En uno o dos días terminaré expresando mis opiniones personales, con la cabeza más fría y pensando un poco. Al igual que a todos el Perú, me es necesario un pequeño tiempo para esperar y procesar todo lo que hemos pasado.

domingo, 15 de noviembre de 2020

Perú: Políticos vs Pueblo (parte 1)


Sobre lo que ocurre en estos momentos en mi país, mucho se habla, pero todo lo que veo hasta ahora son versiones interesadas o opiniones externas que pecan de desconocimiento. Por eso interrumpo mi hilo de tonterías para intentar dar mi lectura de nuestra historia reciente, que trata de ser lo más objetiva posible, con solo la autoridad que me da el haber vivido toda mi vida en el Perú, sintiendo vergüenza ajena por la gente que lo dirige. 

Empecemos diciendo que en el Perú la clase política nunca ha estado a la altura del reto que supone llevar al progreso al país, y que los avances que hemos logrado se han hecho al margen de la política y la ideología, por gente que no ha pedido ni obtenido el reconocimiento popular. Nuestro país ha pasado por gobiernos de derecha y terrorismo de izquierda que nos ha hecho a los peruanos centristas y pragmáticos a ultranza.
 
 La gran verdad es que la gente no confía ya en los políticos de ningún color. Cuando salimos de la última dictadura militar, en 1980, elegimos presidentes con ideologías claras, para obtener resultados nefastos. Obtuvimos saqueos de las arcas estatales y crisis económicas. Desde entonces buscamos elegir al “no político”, al “outsider”, al “no alineado”, y tampoco ha resultado. Cada presidente elegido nos decía que era diferente y al final resultaba ser igual a todos, y terminaba enjuiciado por corruptelas. Se creó una casta política sin más ideología que el provecho personal, que cambiaba de camiseta política hacia donde soplaba el viento, sin vergüenza ni memoria. Pero como de todas maneras hay que poner a alguien en el Congreso y en los Ministerios y organismos estatales, optábamos por “el mal menor”: el que robe menos, el que “roba pero hace obra”. Esta casta política creció así convencida de que el pueblo no tenía más voz que la de ellos, y que el voto que les daba cada cinco años les daba carta blanca para hacer lo que quisieran durante su periodo. Ciegos al pueblo hasta la próxima campaña electoral. 

Así las cosas, llegamos al año 2018. Martin Vizcarra llegó a ser presidente del Perú. Debo confesar que a mí me cayó en simpatía desde el comienzo. Era provinciano como yo, ingeniero de mi misma alma mater. Ninguneado por no ser de la aristocracia política, en un cargo fuera del país para evitar que interviniera en la vida política, fue llamado de regreso cuando Pedro Pablo Kuczinsky (que fue elegido no por sus virtudes políticas, sino para evitar que Keiko Fujimori, hija y heredera de Alberto Fujimori, quien se aferró al poder y se convirtió en dictador en la década del 90), fue obligado a renunciar por cargos de corrupción. Cuando Vizcarra se colocó la banda presidencial, parecía que la suerte favorecía al Perú. Joven y enérgico, parecía la antítesis de Kuczinsky, cuyo gobierno, tan débil y timorato como él mismo, lo había hecho pactar con los fujimoristas, que tenían la mayoría en el Congreso unicameral del Perú, y quienes traicionaron ese pacto a la primera oportunidad. 

Los peruanos recuperaron la fe en la Presidencia, más aún cuando se negó a transar con los fujimoristas y apoyó al Poder Judicial en desentrañar las conexiones políticas del caso de sobornos de Odebrecht. La verdad es que Odebrecht, según las declaraciones de sus directivos encausados, había repartido dinero o políticos de todos los partidos, pero cada partido en el Congreso obstaculizaba las investigaciones a su propio partido mientras pedía investigar a los partidos rivales. 

En el transcurso del gobierno de Kuczinsky, los fujimoristas habían descubierto un arma formidable: la Constitución elaborada por Alberto Fujimori cuando pretendía quedarse 15 años en el poder, establecía como causal de vacancia presidencial la “incapacidad moral permanente”. Nadie supo nunca definir qué era una incapacidad moral permanente (yo decía a mis amigos que también debería haber entonces una incapacidad moral temporal, lo cual sería aún más difícil de definir). En términos prácticos, significaba que el Congreso de mayoría opositora declaraba que el Presidente era incapaz moralmente y lo destituía. Se interpretó “incapacidad moral permanente” con declarar la “inmoralidad” (término por demás subjetivo y sin definición legal), y se consideró inmoralidad a cualquier acusación de corrupción. La ventaja era que este proceso podría completarse en apenas una semana, en lo que se llamó “vacancia express”. Ya se había intentado con Kuczinsky una vez sin éxito, y se intentaba una segunda vez cuando éste renunció. 

En las calles, a la mayoría de la gente, y a mí también, escuchar a los congresistas hablar de lucha contra la corrupción le parecía la sartén criticando a la olla. Muchos de los congresistas tenían sus propias acusaciones de corrupción, y eran defendidos fieramente por el Congreso, que se negaba a permitir que sean enjuiciados y en varios casos, cumplir sentencias ya dictadas. Vizcarra, en cambio, tenía una reputación de haber sido uno de los mejores presidentes regionales, y un apoyo popular largamente superior al del Congreso. La guerra entre el Presidente Vizcarra y el Congreso se declaró muy pronto. Se negó a pactar con los fujimoristas como lo hiciera su predecesor, y negó también cuotas de poder a los partidarios del partido de Kuczinsky, con lo que se dió el caso único en el mundo de un presidente sin ningún partidario suyo en el Parlamento. El Congreso se dedicó a sabotear los actos presidenciales y a censurar a todos los ministros que podía, con cualquier excusa. 

 Ante este estado de crisis política permanente que hemos tenido desde los años 90, los peruanos hemos aprendido a trabajar sin importarnos demasiado la política partidaria, mientras la economía se mantenga bajo control. Que los políticos se peleen todo lo que quieran mientras dejen trabajar a los economistas y mantengan el precio del dólar estable. Esta ha sido la base del “milagro peruano”, que ha permitido al país un alto nivel de crecimiento a pesar de las crisis mundiales, y hasta darnos el lujo de organizar los Juegos Panamericanos de Lima 2019. El secreto siempre fue mantener la economía totalmente divorciada de la política, y mantener a la política ni muy a la derecha, ni muy a la izquierda, sino un centrismo a ultranza. Este beneficioso divorcio empezó a romperse en el gobierno de Kuczinsky cuando, obligado por los fujimoristas, se nombró a un político, Rafael Rey Rey, en el Banco de Reserva. Afortunadamente, este político también era un economista incapaz que convirtió el cargo en uno decorativo y dejó trabajar a los verdaderos economistas. Pero el paso ya estaba dado. La política podía invadir de nuevo al manejo económico. 

Mientras tanto, a Martin Vizcarra la situación empezaba a escapársele de las manos en su pugna con el Congreso. El Congreso empezó a pedirle que se vaya, y el respondió: “Nos vamos todos”. Anunció que recortaba su mandato un año (hasta el 2020), y el del Congreso también. Los congresistas le dijeron “vete tú solo, nosotros nos quedamos”. Se preparaba un nuevo proceso de vacancia presidencial. Vizcarra forzó un voto de confianza a un segundo gabinete de ministros y con ello halló la justificación para cerrar el Congreso y convocar a uno nuevo que funcione solo hasta el 2021, en que él mismo entregaría a el poder, elecciones mediante. 

Nadie salió a defender al Congreso, al contrario, la gente salió a las calles a celebrar. Los congresistas, huérfanos de todo apoyo, aun intentaron rebelarse, llamando a la segunda vicepresidenta, que había sido apartada de la acción tal como Vizcarra lo había sido antes, y la nombraron presidenta en un acto que no se creyó ni ella misma, y que fue el hazmerreir del pais y de los periodistas extranjeros que cubrieron la noticia. 

El Perú se quedó sin poder legislativo por tres meses, mientras se organizaba una nueva elección congresal, y la verdad es que nadie lo extrañó. Vizcarra tuvo libertad para gobernar por primera vez, y hay que reconocerlo, no hizo abuso de este poder casi dictatorial. Más bien hizo muy poco. Desperdició la oportunidad de establecer un sistema que impidiera llegar al poder a los políticos analfabetos funcionales, y a procesados que postulaban para escapar de la justicia, que de ellos estaba lleno el Congreso. El remedio fue peor que la enfermedad. La gente que, como hemos dicho antes, no tiene ninguna fe en la clase política, eligió una mayoría congresal del FREPAP, un partido fundamentalista religioso por la única razón de que sus miembros no tenían absolutamente ninguna experiencia política, en la creencia de que cualquiera haría un mejor trabajo que el Congreso anterior. Las minorías, más experimentadas aunque igual de cuestionables que los congresistas anteriores, tomaron rápidamente el control del Congreso. 

Y empezó el despelote. Los congresistas empezaron a dictar leyes a su antojo, sin considerar el gasto que significarían, sin considerar el daño económico, buscando destrozar el sistema de pensiones y la reforma universitaria en marcha. El Presidente se veía devolviendo leyes sin promulgarlas y enviándolas al Tribunal Constitucional, para que les explique que estas iban en contra de la Constitución, para que el Congreso las vuelva a aprobar. Estalló una nueva guerra entre el Presidente y el Congreso, en que nadie daba su brazo a torcer en plena pandemia. Dos veces se intentó aprobar la vacancia presidencial, la primera despertó el temor de la gente, pero fracasó, porque la excusa era totalmente risible, la contratación de un artista en un ministerio para dar conferencias. 

El segundo intento de vacancia no despertó tanto interés. Ya se habían convocado nuevas elecciones en poco más de cinco meses, nadie veía necesidad de destituir a Vizcarra, quien mantenía todavía una gran popularidad, y además ya estaba de salida, la campaña electoral ya iniciada. Solo los congresistas se afanaron buscando la mínima acusación de corrupción para iniciar el proceso de vacancia, hasta que encontraron una excusa. Poco interesaron las razones de inestabilidad, de pandemia, y de posible rechazo popular. Para sorpresa de todos, la moción de vacancia fue aprobada. Congresistas que solo un día antes declaraban su oposición a la vacancia, votaron finalmente a favor. Vizcarra tampoco adoptó la mejor estrategia en su defensa ante el Congreso. Buscó la confrontación, y reveló de paso que 69 de los 130 congresistas tenían acusaciones en firme, sin que el Congreso pensara siquiera en suspenderlos, mientras que lo suyo no eran sino investigaciones sin acusación.
 
De todas formas, la defensa de Martin Vizcarra era inútil, los congresistas ya habían decidido su voto y nada iba a hacerlos cambiar, ellos solo querían su presencia para abuchearlo e insultarlo desde la seguridad de sus curules parlamentarios. La vacancia se aprobó por 105 votos de 130. Esa misma noche Martín Vizcarra abandonó el Palacio de Gobierno. 

Aquí detendré estas líneas escritas con mucho apuro, porque este post ya está muy largo, y porque la segunda parte al día de hoy todavía no llega a su conclusión. Lo que sigue, y que ocurrió en los días posteriores da para una antología del absurdo, o para una novela de García Marquez, si no fuera porque se estaba jugando el destino de todo un país. Mañana, o pasado mañana, terminaré esta historia que no verán así de clara en otros sitios.

domingo, 8 de noviembre de 2020

Frases twitteables 57


- Y dígame ingeniero ¿Tiene usted otro talento del que pueda hablarnos?
- Bueno, escribo tweets y cuentos que pongo en un blog...
- Eso no es un talento. Además, eso no sirve en el trabajo que realizamos aquí.
- Claro que sirve... Ayuda la pensamiento crítico, estimula la imaginación y demuestra que practico el pensamiento lateral.
- Vea, ingeniero, aquí nuestros profesionales no hacen esas cosas, para eso tenemos a la gente de Recursos Humanos que envía la frase de autoayuda diaria...
- No es lo mismo. Mire, le voy a mostrar algunos de los últimos que he hecho...
  • Prefiero leer a autores fallecidos. Cuando leo a un autor vivo me dan ganas de contactarlo para reclamarle lo que no me gusta. Si me gusta, para exigirle una nueva obra, o recriminar su tardanza en publicar. Soy un lector exigente. 
  • Mi horóscopo para hoy: Hoy no es un día para creer en los horóscopos: arriésgate, salta a lo desconocido.
  • Cuando alguien pregunta la receta del éxito, es porque quiere una receta para el éxito que no implique trabajo y perseverancia. 
  • Muchas veces, la receta de la felicidad de uno es la fuente de la infelicidad de otro. 
  • Hacer una metáfora es como poner juntos un candado y un plato de porcelana. No sabes qué tiene que ver una cosa con la otra hasta que alguien te lo explica. 
  • Al fin logré entrar a un universo paralelo en donde empezar de nuevo sin cometer los mismos errores. Después de un tiempo, solo logré convertirlo en un universo igual al que había abandonado. 
  • Leyendo una novela de misterio, me corté el dedo con una hoja. No sabía que era un libro interactivo.
  • ¿Cómo hago para que mi cuenta de tweets la publiquen los de anonymus y obtenga más visitas? 
  • A lo largo de mi tiempo en Twitter, debo haber hecho unos 3000 tweets. Estadísticamente hablando, al menos 3 de ellos deberían ser tweets ingeniosos e inteligentes, pero no los encuentro. 
  • - Confía en ti mismo, puedes conseguir todo lo que te propongas, no dejes que nadie te diga lo contrario. - Te quiero a ti. - No, eso no se puede. 
  • Esta semana nos enseñó que hay personas buenas, y otras que solamente son políticamente correctas. 
  • Mi gato murió una vez por curiosidad, otra por pena, otra de amor, también por angustia, felicidad y aburrimiento. Ahora es cuando piensa en el significado de la vida. 
  • Una vez me pasó que escribí un texto tratando de que sea lo más cursi posible, y alguien exclamaba que estaba muy bonito. 
  • Otro de los cursos online que pienso ofrecer: Llantoterapia, o cómo resolver tus problemas y mejorar tu vida llorando. 
  • Cada día, paseando en la playa, encontraba multitud de botellas con mensajes. Dejé de leerlos porque la mayoría son solo spam. 
  • Es que hay gente que dice que está logrando lo imposible, pero está haciendo lo ilegal. 
  • Mi palabra inventada de hoy es Politontismo: Capacidad de hacer tonterías en varias actividades y disciplinas del saber humano. 
  • Tenía los ojos como el mar. Por eso cuando lloraba era un verdadero tsunami. 
  • ¿Alguien me recomienda un curso online para escribir notas de suicidio? Es para un amigo. 
  • No se aprecia lo suficiente las ventajas de tener un caracol como mascota. Se puede tener con él largas conversaciones filosóficas. 
  • Escribo desde la soledad del unfollow, con la esperanza de que alguien más recoja mi mensaje. Escribo con la libertad que me da el que me hayas bloqueado, y que no te enterarás de lo que te diga. 
  • Cuando alguien te diga que no alcanzas tu potencial, piensa en todas las personas que son felices usando solo el 10% de su cerebro. 
  • Sabiduría antigua: Tarde o temprano, es el hígado el que paga todos los errores del corazón. 
  • Tengo un reloj en cuenta regresiva para el fin del mundo. Aterrado, descubrí que llegará a cero hoy. Me encerré en casa a esperar. 3...2...1...0. En vez de una explosión espantosa escuché el timbre de mi puerta. Era un abogado para entregarme la demanda de divorcio de mi esposa. 
  • Después de tantos errores, ¿Por qué no me he convertido en experto?

jueves, 29 de octubre de 2020

Leyendas peruanas: Sarah Ellen



Para la historia de miedo este año, voy a contar una que ocurrió en mi pueblo, y de la que incluso puedo decir que formé parte. Como tal, la contaré no como se cuenta en libros, periódicos y sitios de internet, sino como yo la viví, que fue más o menos así: 

En 1993, yo estaba sufriendo para pasar los cursos de la universidad a la que asistía en Lima, pero regresaba con cierta frecuencia a mi ciudad natal de Pisco. No era un viaje especialmente difícil, unas cuatro horas en bus, a recargar energías en la playa, y a visitar a la familia. En un viaje en ese año, encontré la ciudad en estado de agitación. En las calles podía verse mucha gente llevando una cadena en el cuello con una cruz de hierro como dije. Cuando encontré a uno de mis primos con esa moda, no perdí tiempo en preguntarle la razón, y fue así como tomé contacto con la historia de Sarah Ellen. 

En febrero de ese año, en un programa de televisión de una de las cadenas latinas de Estados Unidos (nadie me supo siquiera decir con seguridad cuál era) se emitió la historia de una mujer acusada de brujería que fue ejecutada en Inglaterra, y a quien negaron sepultura en su ciudad. Su esposo cargó con el cadáver en un barco, y fue de puerto en puerto buscando un sitio en donde le permitieran enterrarla. Así llegó al puerto de Pisco en 1913, en donde aceptaron enterrarla en el cementerio que en ese entonces marcaba el límite de la ciudad. La condición para aceptarla fue que en la lapida no se consignara su apellido, para que el demonio no pudiera encontrarla. El cementerio en ese entonces era nuevo, así que la tumba no estaba lejos de la puerta principal, y yo debo haber pasado muchas veces por allí antes, sin que esa tumba me llamara la atención más que cualquiera de los nichos de ese pabellón, lleno de lápidas antiguas. Se decía que algunos jóvenes de vez en cuando visitaban esa tumba y hacían invocaciones al demonio en ciertas noches especiales, según me enteré después. 

Volviendo al programa de televisión que puso en ascuas a toda la ciudad, allí se dijo que Sarah Ellen había jurado venganza cuando se cumplieran 80 años de su muerte, fecha que se cumpliría en junio de ese mismo año. El tema era la comidilla de toda la ciudad, y una tienda en la plaza empezó a vender las mencionadas cruces de hierro, que aseguraba el vendedor, protegería a su portador de la demoníaca venganza. Cuando llegué a Pisco, ya no solo se vendían libremente las cruces, sino también frascos de agua bendita, y un kit anti demonios, que consistía en la susodicha cruz, una estaca de madera y un martillo para enfrentarse a los vampiros cuerpo a cuerpo. ¿Mencioné que para entonces ya Sarah Ellen se había convertido en una mujer vampiro amante del mismísimo Conde Drácula? 

Al poco tiempo de mi regreso, la noticia llegó a los diarios de la capital. De pronto, se hacían reportajes sobre el tema, y especialistas de lo oculto daban su versión en los programas periodísticos. El cementerio de Pisco se volvió de repente en un lugar turístico, al punto que la municipalidad tuvo que poner vigilantes para evitar daños a la lápida, pues entre los visitantes había también quienes querían destruir la tumba. En Pisco y en Lima no parecía hablarse de otra cosa, olvidándose los problemas políticos del momento, lo que motivó a más de uno a pensar que se trataba de un esfuerzo del gobierno para distraer a la gente de sus problemas. 
Un par de reportajes serios encontraron en el municipio pisqueño la partida de defunción de Sarah Ellen Roberts, nacida en Inglaterra y fallecida en Pisco a causa de una enfermedad al corazón. Nadie le prestó atención a este dato, ya se sabe que la verdad es aburrida y no da rating ni tema de conversación. 

El clímax de la historia se dio la noche en que se cumplirían los 80 años de la muerte de Sarah Ellen y su anunciada resurrección, trayendo muerte y venganza a su paso. Una muchedumbre se dio cita en el cementerio aguardando la medianoche. En primera fila estaban brujos, chamanes, astrólogos, todos ellos haciendo rituales de purificación y de defensa contra el propio demonio que vendría a sacar a Sarah Ellen de su tumba para cumplir con la vampírica profecía. Todos los canales de televisión interrumpieron su programación para transmitir en directo el evento, con el reloj en cuenta regresiva a la medianoche, comentaristas y narradores. 
Se especulaba qué ocurriría en ese momento. Uno decía que la señal sería un rayo desde el cielo, en una ciudad en donde jamás antes ha caído uno, otro afirmaba que la tierra se abriría para dejar salir a Sarah Ellen triunfante sobre sus verdugos. Todo el país observaba expectante: 4...3...2...1. En el momento cumbre, pasó lo que en realidad tenía que pasar… Nada. 
En ese momento toda la concurrencia, hasta entonces en silencio, estalló en júbilo. Los ritos de los chamanes habían tenido éxito y habían impedido el regreso de Sarah Ellen desde el mundo de los muertos. Como suele suceder en mi pueblo, y en mi país, todo terminó en fiesta, con gente abrazándose y felicitándose por haber evitado el fin del mundo. 

Poco a poco, la vida retomó su habitual transcurrir, y la gente volvió a ocuparse de sus propios asuntos. La tumba de Sarah Ellen siguió siendo un lugar turístico, con un pisqueño siempre dispuesto a contar esta historia. Años después, el terremoto de 2007 destruyó gran parte del cementerio de Pisco, dejando el pabellón donde se encontraba la tumba en peligro. La municipalidad decidió derribarlo, pero se encontró con oposición de la gente del pueblo. Al final, se derribó en pabellón, pero la tumba de Sarah Ellen fue retirada de su nicho para colocarla en un pequeño mausoleo, en donde se encuentra hasta hoy. 

El visitante que llegue al cementerio de Pisco ahora verá el sencillo mausoleo con flores y algunas placas agradeciendo favores concedidos, tal vez vea a alguien rezando por su alma y pidiendo su intercesión para la obtención de algún favor o incluso un milagro. Es que así es la vida en el pueblo de Pisco, donde un vampiro puede convertirse en santo, si se le da un poco de tiempo.

sábado, 24 de octubre de 2020

El amor es como la electrólisis


Dentro de todas las definiciones del amor convertidas en metáfora, hay una que me dejó pensando. Me la dio un viejo profesor de química, una persona de quien ninguno de los compañeros de la universidad esperaba que conociera temas de este tipo. El amor es como la electrólisis - nos dijo una vez que la clase se tornaba aburrida y él aprovechaba para divagar – existen dos electrodos, que no son más que dos trozos de metal de los que hay muchos en el mundo. Pero hay una solución líquida entre ellos, que les aporta electrones y cargas eléctricas. Cuando esta solución, tan parecida al amor, los conecta a los dos, se cierra el circuito y se genera una reacción química. Y esta reacción genera electricidad. Un electrodo da algo de sí al otro, y recibe a cambio electricidad. Esto es la electrólisis. Si la reacción es buena, es decir, se los metales son puros y la solución líquida es buena, se generará mucha energía. ¿Y ustedes, jóvenes, todavía tienen electrones que aportar a la reacción? Porque la solución se gasta y ya no puede mantener la reacción, la solución y los electrodos ya dieron todo lo que podían dar y así la reacción muere. Igual que el amor.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Los tres Budas


A lo largo de mi vida laboral, nunca he sido de los que llenan de adornos el escritorio. En realidad, la mayor parte de las veces mi trabajo implica estar fuera de la oficina la mitad del tiempo, y en un ambiente en donde la gente entra y sale constantemente, por eso quien pasara por mi sitio de trabajo vería solo la computadora y dos rumas de papeles, quizá una taza de agua. Solo recuerdo haber puesto una vez un pequeño árbol de navidad una vez que me convencieron de participar en un concurso de decoración navideña. Por eso es que esta historia es tan especial. 
Mi último trabajo era un proyecto importante, en donde todos los días había gente que se integraba al esfuerzo, mientras otros se retiraban, cumplida su labor. Del mismo modo, la gente cambiaba de ubicación, cambiando de sede o de lugar dentro del mismo edificio. Mi área entonces estaba lo suficientemente organizada como para pelear por una buena ubicación cuando nos mudaron la segunda vez, en un sitio en donde se preveía que nos quedaríamos aún varios meses. Así, mientras nosotros éramos casi una constante en el edificio, nuestros vecinos de piso cambiaban cada pocas semanas. Uno de esos grupos volátiles que pasó por nuestra vecindad fue el de algunos técnicos extranjeros y el personal de apoyo nativo. Dentro de estos últimos estaba una joven que se distinguió desde el primer momento por sus ganas y por tener una eterna sonrisa en el rostro. Ella fue la que como señal de posesión colocó en su mesa de trabajo tres figuras de cerámica. 

Desde el primer día las tres figuras de artesanía atrajeron la atención. Eran tres figuras que representaban a Buda en tres distintas posiciones, con tez de color cacao y trajes de diferentes colores, que al verlas inspiraban inmediatamente una sonrisa. No eran especialmente artísticos, para nada un adorno de lujo, pero había algo en ellos. Yo normalmente no creo en amuletos o cosas por el estilo, pero tenía que reconocer que tales figuras tenían una buena vibra que se contagiaba a toda la oficina. Eran además un tema de conversación para aquellos que pasaban casualmente. Como todos, le pregunté a la dueña sobre el origen de los tres pequeños budas,seguro de obtener una buena historia, pero no supo decirme mucho. Me contó que se los habían traído como recuerdo de la India, que inicialmente eran cuatro, pero uno de ellos se rompió. Estoy seguro que había una historia, pero ella no era consciente de ello, y por eso no era capaz de articularla para contármela. 
Yo, por mi parte, pensaba que cuatro budas era antinatural. Los prodigios, tal como me ha enseñado la vida, vienen en grupos de tres. Si se había roto una cuarta figura, era porque así debía ser para lograr el número perfecto. Esto servía además para que los visitantes casuales los equipararan a las figuras de los tres monitos que se cubren la boca, los ojos y los oídos. 

La dueña de los tres budas, quien pronto se hizo amiga de nuestro equipo, también salía de su sitio con cierta frecuencia, y me encargaba echarles un ojo mientras ella estaba ausente. Ya había sorprendido a alguien tratando de llevarse las figuras, según me contó. Y para mí eso era perfectamente creíble y además justificable. Sé que mucha gente cree que un amuleto no debe ser comprado, y que solo funciona si es obtenido como obsequio o robado. Yo mismo veía cuando, en ausencia de la chica, alguna persona se acercaba a su mesa para contemplar a los tres budas, con manos que se contenían para no tomarlos y salir corriendo. Yo levantaba la vista para hacer notar que las figuras no estaban desprotegidas, y solo entonces me preguntaban de quién eran y dónde los había conseguido, antes de seguir su camino. 
Los tres budas eran objetos codiciados. Había quien le advertía a la chica que se cuidara del personal de limpieza que se quedaba después de la jornada de trabajo, o que por seguridad los guardara y pusiera bajo llave los fines de semana, especialmente los feriados largos. 

Mientras tanto el proyecto seguía su marcha, y todos sabíamos que en algún momento se mudarían de sitio. Después de un tiempo, nuestra área reclamó las mesas vecinas, que hasta ese momento habían sido usadas como “hot spots” o lugares de paso, y nuestra amiga fue notificada que tendría que mudarse a otro lugar. En ese momento ella no sabía exactamente cuál sería su nueva ubicación y tenía miedo de que en la mudanza los budas sufrieran algún daño. Fue así como me ofrecí a darles asilo en mi propia mesa, a lo que ella accedió gustosa. Demás está decir que era lo que yo había estado esperando. Desde entonces fue a mi mesa a la que se acercaban los transeúntes curiosos a preguntar sobre los tres budas. No faltaba quien me propusiera tenerlos en caso de que la dueña no regresara por ellos. 

Tener a los tres budas en mi mesa se convirtió en una responsabilidad. Por primera vez tenía un adorno propiamente dicho en mi mesa, al que tenía que cuidar de no atropellar con los papeles y archivadores que atiborraban mi mesa, y al que tenía que guardar en mi cajonera cuando llegaba un feriado largo. Ganas me dieron de llevármelos a mi casa para que pasaran al menos un fin de semana trayendo algo de suerte, pero rechacé la idea ante el peligro de que se quedaran allí definitivamente. Además, la dueña pasaba de vez en cuando por mi sitio para verificar que estuvieran bien y contentos. Ella compartía ahora un lugar en el mismo piso, en donde estaba un día sí y otro no, por lo que los budas aún estaban mejor conmigo. No negaré que guardaba la esperanza de que la movieran definitivamente de sitio y no pudiera regresar por ellos, y los tres budas quedaran para siempre en mi posesión. 

Pasadas las semanas, los cambios en el personal del proyecto se volvieron más frecuentes. Yo logré mantenerme dentro del equipo de trabajo, aunque con otro puesto, algo en lo que la intervención de los budas fue sospechada, aunque no confirmada. El nuevo puesto implicaba un cambio a otra sede del proyecto, y por unos días tuve dos sitios de trabajo al mismo tiempo. Conseguí una caja grande para todos mis papeles y envolví a los budas en papel, antes de ponerlos en una bolsa, hasta que consideré que era suficiente prevención para el traslado. Mi plan era llevarlos personalmente para evitar cualquier riesgo. La dueña no había venido desde hacía casi dos semanas, pero cuando apareció, lo primero que hizo fue preguntar por mí, al ver mi mesa vacía. Al día siguiente no me quedó más que portarme como una persona decente, e ir a buscarla con la bolsita con los tres budas. No estaba molesta con mi actitud, aunque sí algo ansiosa. Le entregué la bolsa con los preciados budas y le agradecí el préstamo, la protección y las buenas vibras por el par de meses en que estuvieron en mi poder. Al final le di un abrazo que resultó ser más sincero de lo que yo mismo había esperado. 

 El sitio de trabajo de mi amiga todavía era tan inestable como cuando me dejó los budas, así que nunca volvieron a ser vistos en alguna mesa del edificio o del proyecto. Imagino que al final se los llevó de regreso a su casa, y luego de terminar el proyecto la siguen acompañando en su siguiente trabajo, porque en lo que restaba del proyecto no pude conversar con ella más allá del saludo y después de salir no la he visto desde entonces. Es por esto que, pasado suficiente tiempo, puedo contar esta historia de cuando tuve tres pequeños protectores en mi lugar de trabajo, los tres budas que fueron la envidia de toda una oficina.

domingo, 4 de octubre de 2020

La casa


Cuentan que alguna vez, una bella mujer quiso construir una casa. 
Necesitaba un terreno, pues ya antes le habían ofrecido castillos en el aire. 
Un buen hogar debe asentarse sobre un terreno firme, le dijo el civil. 
Después vino el arquitecto y le propuso planear su vida. 
Cuando llegó el topógrafo, ella marcó su territorio. 
El picapedrero le ofreció una base sólida, no vayas a tropezar con la misma piedra. 
El carpintero quiso entablar una relación. 
Unas son de cal y otras de arena, dijo el cantero. 
El albañil quiso algo concreto. 
El techador techó de menos. 
El electricista le ofreció traerle luz y calor. 
El pintor propuso darle color a su vida. 
El jardinero quiso que la relación florezca, enterrando las diferencias. 
Incluso un abogado sugirió que debía tener al día las licencias, y le propuso formalizarse. 
Al final llegué yo y todo se derrumbó.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Un día de telepatía


Un día, sin previo aviso, obtuve el don de la telepatía. Esa mañana parecía una igual a tantas otras, hasta que empecé a darme cuenta de que podía percibir los pensamientos de las personas que pasaban cerca a mí en la calle. Tardé unos minutos en darme cuenta, pues sentir lo que pensaba la gente me parecía tan natural como los otros sentidos que todos tenemos. Solo entonces empecé a cuestionarme el cómo habría obtenido esa habilidad. No recordaba haberla pedido, ni nunca antes había mostrado síntoma alguno que indicara una percepción dormida en mi cerebro. El hecho es que podía sentir los pensamientos de aquellos que pasaban, como quien escucha la conversación de los transeúntes que se cruzan en el camino. Pero esto no era escuchar, era sentir o percibir. No “escuchaba” los sentimientos, sino que los percibía, los sentía, no puedo explicarlo bien, como no podría explicar a un ciego lo que es la vista o a un sordo lo que es sentir los sonidos. Aún ahora, cuando trato de explicarlos, hago un pobre intento de traducir esos pensamientos en palabras.

Tal vez es un mensaje divino, pensé. Este nuevo sentido debe tener un propósito, debo hacer algo provechoso con él. Entonces me puse a sentir lo que la gente pensaba. Primero obtuve algunos gestos de incomodidad al acercarme demasiado a las personas para oír sus pensamientos, como quien se acerca indiscretamente para escuchar conversaciones ajenas. Pude sentir cómo interrumpían sus pensamientos para pensar que me acercaba para acosarlos o robarles, me hicieron sentir culpable por invadir la privacidad de sus mentes, así que después de varios intentos pude dominar el arte de acercarme lo suficiente para sentirlos sin que ellos se sientan invadidos. 

Al principio pensé que podría desentrañar los motivos que hacen a las personas como son, que entrar en la mente de la gente era penetrar en todos sus secretos, pero pronto me decepcioné. La mayoría de los pensamientos que “escuchaba” eran más bien cosas cotidianas, como un “ya se me hizo tarde”, o un “qué frío de miércoles”. Una mujer pensaba en el hijo que había dejado en la escuela, un vendedor sacaba cuentas del dinero que podría obtener en un día de invierno como este, en que la gente sale menos a la calle. Por un momento captó mi atención un hombre que esperaba una llamada en su celular, mientras deseaba agudizar sus sentidos para no perderse el timbre. Curiosamente, no pude sentir nada sobre quién sería la persona de quien esperaba la llamada, ni el motivo por el cual la esperaba tan ansiosamente. Sus pensamientos estaban enfocados exclusivamente en el teléfono, como si ese pequeño artefacto fuera lo realmente importante. Vi al hombre revisar el celular para asegurarse de que tuviera batería y la señal fuera buena, antes de alejarme sin obtener mayor conocimiento de sus motivos y de su ansiedad. 

Pasé por una construcción y me detuve un momento para tratar de sentir los pensamientos de los trabajadores, tal vez pudiera saber de sus anhelos, sus esperanzas, lo que los motivaba para hacer su dura labor. Una nueva decepción me llevé al comprobar que todos ellos hacían su trabajo sin pensar en nada, apenas los pensamientos necesarios para evitar atravesarse en el camino de una máquina o caer de una altura. Ninguna idea atravesaría sus mentes hasta la hora de salida, en que su cerebro volvería a conectarse y regresarían a sus vidas. 

Esta fue la revelación que obtuve. La gente no piensa, sus pensamientos solo se enfocan a la inmediatez, intentan sobrevivir por solo un día más, habiendo perdido ya la visión del futuro. El resto de mi camino fue una sucesión de pensamientos escuchados al azar, sin ninguno relevante, muchos pensando “qué me miras” o “a qué hora acaba esto”, dejando solo la tristeza de ver que las personas ya no saben lo que quieren, que nos hemos vuelto tan automáticos como nuestras máquinas y tan superficiales como nuestras redes sociales. El don de la telepatía ya no es suficiente para saber lo que la gente realmente quiere, o siquiera para saber lo que piensa. 

Me detuve a tomar un café caliente para el frío cuando vi a una mujer a pocos metros de mí. No pensó en nada en ese momento, solo me miró fijamente, hasta que sentí que su cerebro decía “Tú”, tan claramente como si lo hubiera dicho en voz alta. Yo me sorprendí tanto que me quedé inmóvil en mi sitio. Nadie me había dirigido un pensamiento de manera tan nítida en todo mi periplo, y menos había expresado un pensamiento de simpatía o atracción. Pero esta no era una atracción romántica. Ella quería alguien que pudiera escucharla, y en ese deseo me encontró a mi. Empezó a contarme su historia a través de sus pensamientos. Como ya he dicho, no es posible describir fielmente lo que es compartir los pensamientos de alguien. Es contar una historia usando recuerdos de emociones, imágenes fugaces, sombras de sonidos y olores. Ella me transmitió sus sobresaltos, lo que pensaba ella en ese momento, y también lo que significó para ella lo que pasó en realidad. No sé exactamente cuánto tiempo nuestras mentes estuvieron conversando hasta que ella terminó su historia, con una lágrima que enjugó rápidamente de su rostro. Ante este relato (aunque "relato" es una palabra muy pobre para todo lo que me transmitió) solo me quedó expresarle mi simpatía y tratar de transmitir a mi vez algo del optimismo que siempre mantengo. Mentalmente le propuse pagarle el café, conversar un rato y escuchar su verdadera voz, a lo que ella rehusó diciendo que no era necesario, que todo lo que necesitaba era contarle a alguien su historia, y ya lo había hecho, lo cual me agradecía. Después de que ella se retiró, me quedé aún algunos minutos, como una muestra de discreción, aunque eso significara que tal vez ya no volviera a verla. 

El resto del día ya no intenté percibir los pensamientos de nadie, pues ya había completado el propósito del prodigio, ni me extrañé cuando al día siguiente las mentes de los demás volvieron a cerrarse para mí. Los milagros no se cuestionan, ni los dones divinos son para que se abuse de ellos.

lunes, 14 de septiembre de 2020

Las Respuestas


Una vez paseaba por la ciudad, y en un callejón desierto, el viento quedaba atrapado formando remolinos que levantaban polvo, bolsas viejas y alguna hoja seca. Entre todo ese batiburillo de desechos al aire, vi una hoja perdida en la que se podían distinguir letras ya desteñidas por el tiempo. Cuando la cogí, vi que tenía el encabezado “Las respuestas a las preguntas más importantes de la vida”. Al leer el papel, descubrí que el título era cierto. Todas las preguntas trascendentes, aquellas que la humanidad ha esperado por siglos, estaban allí resueltas. El problema era que en ese papel solamente estaban las respuestas, las preguntas se habían tal vez borrado, tal vez estaban en otra hoja ya perdida, quién sabe. 
Desde entonces trato de inferir cuáles eran las preguntas que corresponden a cada respuesta. Algunas parecen engañosamente simples, como la que decía “fue un jueves”, pero al verlas con mayor atención me hacían dudar de haber entendido la pregunta. Otra de las respuestas: “Es como el amanecer en el mar”, me hacía casi adivinar una pregunta que sin embargo se negaba a salir de mis labios. También estaba allí la respuesta más esperanzadora, esa que estuve esperando tanto tiempo: “Sí”. Esta fue la respuesta que me convenció de que todo lo que estaba en aquel papel era cierto, y no la invención de alguien con demasiado tiempo libre. Las respuestas me han servido desde entonces para muchas decisiones en mi vida. Tal vez no son todas, pero son las que he necesitado hasta ahora. Cada vez que releo esa página que llegó a mí, descubro una nueva pregunta a la cual ya tengo la respuesta. Por eso dejo algunas de esas respuestas a las cuales todavía tengo que encontrar la pregunta, con el fin de que a mis lectores también les sirva. Después de todo, son las respuestas a las preguntas más importantes de la vida, como dice el título. 
  • Si, pero debes estar preparado. 
  • Solo uno. 
  • Sí se dan cuenta, pero no les importa. 
  • A veces solo necesitas creerlo. 
  • Con mucho cuidado.
  • Eso ya lo sabías, pero lo negaste. 
  • Siempre. 
  • El que todos lo hagan no significa que esté bien.
  • Es azul. 
  • Hay un poco por aquí. 
  • No si sigues ahí sentado. 
  • Era gol. 
  • ¡Piensa!
  • Al final es lo mismo. 
  • Tienen que aprender. 
  • También en este país. 
  • En las noches, pero no los lunes. 
  • Hazlo de todas maneras. 
  • No, no es así
A buscar las preguntas, que aquí están las respuestas. 

viernes, 4 de septiembre de 2020

Frases twitteables 56


  • Hace tiempo, en mi etapa de poeta, intenté recitarle a una mujer ese verso de Neruda de “Me gustas cuando callas”. La mujer se puso brava, soltó todo lo que pensaba de mí y no se calló nunca. 
  • Me gustas cuando callas porque… No sé por qué, pero deberías hacerlo más seguido. 
  • Le pedí a un gato que me enseñe a vivir la vida como ellos. - No tiene caso, me respondió - eso solo funciona con otros gatos. 
  •  Nunca falta el que piensa que es un pacifista el que provoca a los violentistas hasta que se pongan violentos para sentirse superior a ellos. 
  • Si es cierto que nuestro destino ya está escrito, al menos que sea como nuestras leyes, que también están escritas, pero igual no les hacen caso. 
  • Tengo un problema de comunicación conmigo mismo. Me mando indirectas y no las entiendo, trato de llamarme la atención y no me hago caso. Intento hablarme seriamente y me hago el tonto.
  • Pensando en cómo hacer un mundo mejor, fui al bosque y enseñé a los lobos a tocar la guitarra. Hoy los lobos aúllan a la luna al compás de una guitarra. Sí, ahora es un mundo mejor. 
  • A veces me pregunto si Jesús hubiera sido feliz quedándose en su pueblito trabajando de carpintero.
  • Si la receta de la Cocacola es un secreto, yo puedo decir que uno de sus ingredientes es sangre humana. Y estoy seguro de que alguien me va a creer. 
  • A mí me pasó una vez caminando que creí ver la luz al final del túnel, y resultó ser una luciérnaga.
  • ¿Cuántas cosas se pueden hacer en 5 minutos? Mejor ¿Cuántas cosas pudiste haber hecho en esos “5 minutos más” que pasaste en la cama? 
  • Quisiera creer que, en algún universo paralelo, aprovechamos aquella oportunidad juntos. 
  • Un alien trae a su pareja a la Tierra para pasear por las noches. Los humanos no lo saben, pero en este planeta se ve la mejor luna en toda esta parte de la galaxia. 
  • Les contaré un gran secreto: Dios existe, pero se hace el que no para ver cómo nos portamos en su ausencia. 
  • Para aparentar ser moderna, aquella gitana antes de leer el futuro, exclamaba ¡SPOILER ALERT! 
  • A algunos les parece tonto eso de hacer el bien sin mirar a quién. Son aquellos que hacen el mal sin mirar a quien. 
  • De todas las pruebas que te manda el Señor ¿Cómo sabes cuál es tu puntaje? 
  • Lamento decepcionar a todos aquellos que pensaban que el tiempo y los golpes de la vida me quitarían lo tonto. 
  • Hay gente que es muy buena para recomendarles libros: No importa cuál le recomiendes, es seguro que no lo ha leído. 
  • En el gimnasio, igual que en la escuela, no importa que le digas a todo el mundo que fuiste y a cuál fuiste, importa que muestres los resultados. 
  • Caminar por el desierto y llegar a un oasis es lo más parecido a ver cómo el mundo se va inventando a medida que caminas sobre él. 
  • De todos los universos alternativos ¿Por qué me tenía que tocar este? 
  • ¿Y si los troles y los que escriben estupideces en sus redes sociales lo hacen como terapia y gracias a ello no salen con una metralleta a matar gente? 
  • Es hora de cambiar de aires, me dijo el pulmón. Hay que cambiar de ritmo, dijo el corazón. Probemos algo nuevo, dijo el estómago. Nadie se acuerda de mí, dijo el bazo. 
  • Hoy te hemos regalado un día de más. ¿En qué lo vas a aprovechar?

martes, 25 de agosto de 2020

Dios y el Paraíso


Dios
Mire, joven, de que creo en Dios, sí creo, pero lo que no creo es que sea así como dicen, o a lo mejor sí, pero… ¿Cómo le explico? Que Dios lo sabe todo y lo puede todo, claro que sí, pero eso no significa que se meta en pleito ajeno… Así como la Doña Macarena ¿La conoce? Si usted le pregunta se sabe todito lo que pasa en el pueblo, y de poder ayudar a arreglar las cosas también puede, pero no lo hace porque no es metiche… Igualito debe ser Dios, a veces no tendrá ganas de meterse, pues… se cansará de vernos pelearnos por las mismas cosas siempre, y solo se mete cuando ya hacen mucho escándalo, así debe ser... 

El Paraíso
Todo cambio es bueno, piensa en ello como una nueva oportunidad de empezar nuevamente sin cometer los mismos errores. Es un retroceso temporal. La vida te está poniendo a prueba, la mejor manera de crecer es afrontando las dificultades, estás herido pero no vencido, y regresarás más fuerte que nunca. Este es un nuevo reto, recuerda que eres más grande que todos tus problemas, los obstáculos se hicieron para ser superados, es hora de dejar atrás el pasado y enfrentar al futuro con decisión y esperanza. Estas y otras cosas le decía el ángel que acompañaba a Adán hasta las puertas del Paraíso de donde lo estaban expulsando.

sábado, 15 de agosto de 2020

Malas técnicas de venta



I
Alguna gente, con la seguridad del que tiene un diploma colgado en su pared que acredita su sabiduría teórica en las últimas técnicas de venta, ha pensado que llamando a mi teléfono todos los días lograrán convencerme de comprar un producto. Tal vez entra en sus cálculos que yo, cansado de ese bombardeo telefónico, accederé a comprar con la esperanza de que cese el asedio. Pero eso no ocurrirá, ni yo les compraré su producto ni ellos dejarán de llamar aunque les compre, porque pensarán entonces que soy una presa fácil e insistirán con otro producto que mejora al anterior. 

II
Vi en un anuncio que me llegó por correo la publicidad para una seminario de empleabilidad, lo cual no estaría mal si no fuera porque al final, y en grandes letras decía: “¡Asegura los últimos lugares!”. Ahí fue cuando pensé que si para buscar trabajo ocupo uno de los últimos lugares no obtendré el puesto. 

III
En otra ocasión, paseando por la calle un joven se me acercó usando un chaleco de una institución benéfica, para ofrecerme tarjetas de navidad. “Por favor, colabore y ayudará a los desgraciados”, me decía. Ese si fue el peor argumento para venderme algo, Ganas me dieron de aclararle que los desgraciados se defienden muy bien solos y no necesitan de mi ayuda, pero en aras de la corrección política me quedé callado y seguí mi camino.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Frases de religión


En el principio fue el verbo, y el verbo era Dios. Si eso es así, Dios debió saber lo que hacía, y que el verbo se iba a usar para todo tipo de fines, incluso para aquellos que nada tienen de santos. Para mí, que en algún tiempo me las llegué a dar de profeta, y solamente obtuve de la gente risas y alguna mirada compasiva ante la sarta de tonterías que salían de mi boca, creo que tengo alguna autoridad sobre el tema, y para muestra están aquí algunas de las frases irreligiosas que he soltado en mi lista de twitter, y que no pretenden convertir a nadie.
  • Bienaventurados los tontos, porque ellos entrarán al cielo a hacerle compañía a los otros bienaventurados. 
  •  Dios nos hizo a su imagen y semejanza, y tú quieres hacerte la cirugía plástica. 
  • Dios nos creó a todos a imagen y semejanza... ¿cuál es tu excusa? 
  • Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Ahora resulta que soy una copia pirata. 
  • No, "Personal Jesus" de Depeche Mode no califica como música religiosa. 
  •  Ser Dios no es fácil. Te culpan de todo, si te preguntan algo, tienes que saberlo todo, y hay que ver la de tonterías que pide la gente. 
  • Hubo una vez un payaso que se convirtió a la religión. Desde entonces afirmaba que todos sus chistes eran por la Gracia de Dios. 
  • Una vez prediqué en el desierto. Logré convertir a 16 camellos y a 125 escorpiones. 
  • En aquella fiesta, logró convertir el agua en vino. Por supuesto, los invitados se lo tomaron como si fuera agua. 
  • Señor, hoy que el piso está tan resbaloso, no nos dejes caer en la tentación. 
  • El pan de cada día danos, Señor, que de la mantequilla y la rebanada de jamón nos encargamos nosotros. 
  • Y a mis enemigos, Señor, también dales paciencia. 
  • Señor, líbranos de la tentación, pero no este fin de semana. 
  • Señor, hágase tu voluntad en los cielos y aquí en la Tierra, sobre todo en ese sitio que te dije el otro día. 
  • Si hay un solo Dios, entonces mi Dios es el mismo que el tuyo. 
  • Debo explicarle a varios que Dios no es una marca registrada. 
  • Y que Dios no se entere que no crees en él. 
  • Aquella semana santa, todos se fueron a la playa dejando solo a Cristo clavado en su cruz. 
  • Una vez vi a una persona reírse mientras leía la Biblia. Se mereció mi respeto. 
  • Si Dios creó al hombre, que se haga responsable de todo lo que hacen. 
  • Me gusta contar un chiste en medio del Padre Nuestro para ver si Dios estaba poniendo atención. 
  • Tal vez Dios está aburrido de escuchar el mismo Padre Nuestro todos los días. 
  • Conversación al azar: - El Señor es mi pastor – Déjame revisar si el Señor era pastor de borregos. 
  • - ¿Qué le sirvo, Don Jesús? - Sólo agua, por favor - Pero todos están tomando vino - No se preocupe, yo me arreglo. 
  • La verdad es que nos creó Hánuman, el Dios Mono, luego evolucionamos, nos convertimos en humanos y creamos un Dios a nuestra imagen y semejanza. 
  •  Acertijo: Algunos dicen que Dios es ciego, pero al ser omnisciente, no necesita ver. 
  • Milagro desconocido de Jesús: Después de todo un día caminando y predicando, curando a ciegos y leprosos, sin comer ni descansar, viene uno y le pide que convierta su agua en vino. El milagro fue que Jesús no lo fulminó con un rayo. 
  • Milagro secreto: Una iglesia, llena de gente conversando, el cura predicando, otros fijándose en el aspecto de los demás, alguno gritando una oración para que los demás lo escuchen, empecé a rezar en silencio. De repente, en la iglesia quedamos solos Dios y yo. 
  • La Biblia dice que el primer día Dios separó la luz de la oscuridad para crear el día y la noche, así que supongo que lo que había antes era una eterna luz crepuscular, lo cual tampoco estaba tan mal ¿Verdad? 
  • Tengo para mí que Dios tenía un plan muy bonito para toda la Creación, pero al séptimo día se dio cuenta de que la cosa no iba a funcionar y desde entonces sólo está improvisando. 
  • No soy un personaje muy bíblico. Más que la voz que clama en el desierto, soy el tonto que canta en la colina.
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