lunes, 2 de enero de 2017

Nada nuevo bajo el sol

El primer selfie stick, 1925
Hace cosa de tres milenios, siglos más, siglos menos, Salomón dijo, escribió y puso en la Biblia para que no se olvide, la frase: “No hay nada nuevo bajo el sol”. Dicen que esta frase se le ocurrió después de escuchar a los juglares del palacio contar los mismos chistes de la época de Enoc. Lo curioso es que desde ese tiempo la cosa no ha cambiado mucho, no sólo porque nos siguen contando los mismos chistes, sino porque hasta ahora nos siguen presentando como la gran novedad cosas que ya existían desde hace mucho. E internet está lleno de cosas que la gente cree que son la gran novedad pero que en realidad existen desde hace mucho. Ya que hoy me encuentro aburrido frente a la computadora, me pongo a demostrar que varias de las cosas que encontramos hoy en internet son mucho más antiguas de lo que creemos.

Los primeros muros de Facebook: En la antigua China del siglo V a.C. aparecieron los “dazibaos”, que eran hojas que cualquiera podía colocar sobre los muros públicos. El dazibao podía tratar cualquier tema y ser escrito por cualquiera. Sobre este papel los vecinos de la ciudad solían colocar también otros papeles con sus comentarios, igual que como se hace ahora en el muro de Facebook.

Los primeros emojiles: nadie me va a negar que los primeros emojiles son los jeroglíficos egipcios que se usaban hace más de cuatro milenios. En ese tiempo, Ptah el egipcio, para avisar que estaba cansado por haber trabajado como un buey, dibujaba en su puerta un buey con un arado y un hombre recostado, tal como lo haría cualquier Juan del día de hoy en el Whatsapp. Y la colección de emojiles de ese tiempo incluía dibujos de papiros, escarabajos, barcos, manos, plumas y todo lo que necesitaba en ese entonces para expresarse.

Los primeros tweets: Desde hace muchos siglos, se han utilizado palomas mensajeras para enviar noticias. Simplemente se amarraba un pedazo de papel a la pata de la paloma y se enviaba para que el mensaje llegue volando a su destino, donde el receptor diría después que esa noticia “me la dijo un pajarito”. Claro que los mensajes no podían ser muy largos, porque la pata de la paloma tiene una capacidad limitada de caracteres que se pueden escribir, pero de todas maneras creo que era más que los actuales 140, así que no me digan ahora que todo progreso es para mejor.


El primer meme: Este no es tan antiguo como los anteriores, pero de todas maneras precede con mucho a la internet. Durante la Segunda Guerra Mundial, apareció escrito en muchas paredes la frase “Kilroy was here”, que pronto fue acompañada de un dibujo simple de una persona asomando. Como con los actuales memes, nadie sabe con seguridad como surgió ni quién fue el creador, pero se hizo popular y los soldados americanos la dejaban dibujada mientras avanzaban por el frente europeo.

Pokemon Go: Lo más moderno que nos ha llegado es el Pokemon donde hay que salir a la calle a capturar bichos. Pues esto lo hacía desde su niñez Satoshi Tajiri, el creador de Pokemon, quien salía con pequeñas cajitas (antecesoras de las pokebolas) a capturar insectos en su pueblo natal antes de mudarse a Tokio, donde la escasez de insectos le hizo buscar una manera de hacerlo usando un Game Boy. Me lo imagino hoy viendo a la gente buscando bichos con su celular y recordando sus viejos tiempos en que llegaba a su casa con sus nuevos grillos, mariquitas y escarabajos aunque los demás niños se rieran de él. Ahora quién se ríe pues.

El primer influencer: A fines del siglo XVIII, Johann Wolfgang  von Goethe escribió el libro "Las desventuras del Joven Werther", que trata de un joven enamorado de una dama que no puede corresponderle. A pesar de hacer un viaje a la capital para olvidar, no solamente no lo logra, sino que a su regreso su amada ya se ha casado con otro. Al final de la novela, Werther se suicida. La novela tuvo un éxito tremendo, a tal grado que muchos jóvenes hacían la peregrinación a los lugares descritos en la novela, se vestían como el personaje principal e incluso hubo muchos casos de suicidio que imitaban el final de Werther. El caso alcanzó tal extensión que se hablaba de la "Werther-Fieber" (Fiebre de Werther) que hacia a los jóvenes melancólicos y potenciales suicidas. Goethe lamentaría el resto de su vida el efecto de esta novela, y el hecho de que muchos de los que se acercaban a visitarle solo conocían esta obra, incluso después de haber escrito "Fausto" y otras obras capitales de la literatura alemana.

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