martes, 25 de julio de 2023

El Descubrimiento del Fuego



Hace mucho tiempo, uno de los exploradores de la tribu Chltuxlu encontró en el bosque un árbol al que le había caído un rayo durante la tormenta de la noche anterior. Una de las ramas ardía y emitía un calor agradable. El individuo (cuyo nombre se ha perdido, pero no importa, porque seguramente su nombre es hoy impronunciable) tomó la rama y la llevó a su aldea. Orgulloso, la mostró a todos como la solución a las frías noches. Toda la tribu celebró el descubrimiento, excepto los ancianos augures, que decretaron que el fuego pertenecía solo a los dioses solares, y que portarlo era una blasfemia. Sin embargo, su calor era tan agradable que decidieron conservarlo, con la condición de que fueran los augures quienes se encargaran de administrarlo. 
Lo llevaron a la choza del augur principal, con tan poco cuidado que su choza ardió en llamas. El segundo augur anunció el hecho como prueba de que los dioses no querían que el hombre tuviera tal poder, por lo que el descubridor fue sacrificado para aplacar a los dioses y así poder conservar el fuego. El fuego fue colocado ahora en el centro de la aldea, y el augur encargó a una joven para alimentarlo continuamente con leña. A todos se permitió acercarse al fuego, pero no tocarlo. 

Un grupo observó que el fuego no tenía forma física, ni se podía palpar, ni guardar en una vasija, y tampoco tenía peso. Ellos declararon que entonces que en realidad el fuego no existía y que todo era un truco del augur para dominar la aldea y ser dueño de la mujer que cuidaba la fogata. Muchos los siguieron y se formó el grupo de los negacionistas. Uno de ellos se arrojó a la fogata para demostrar que el fuego no existía, muriendo quemado. Así se descubrió que el fuego servía también para mejorar el sabor de la carne y demorar su descomposición. 

El pueblo celebró este nuevo descubrimiento, aunque muchos todavía creían que el fuego era un engaño y que el mártir de este primer negacionismo había sido asesinado de alguna manera para impedir que se supiera la verdad. Este pensamiento también llevó a algunos mayores a decir que el fuego había hecho las cosas demasiado fáciles en la aldea, y que esto les llevaría a perder la fuerza que les había llevado antes a la prosperidad. Iniciaron un movimiento de vuelta a las raíces, durmiendo lejos de la fogata y negándose a comer la carne cocida. Ellos advertían además de lo peligroso que era el fuego, avisando de los crecientes casos de quemaduras e incendios, y difundiendo la predicción de que un día el fuego se saldría de control y terminaría quemando la aldea, luego el bosque y al final el mundo entero. 
Como resultado, los jefes de la tribu decretaron que solo debía haber una fogata en la aldea, a cargo de una sola persona. Esta disposición solo empeoró las cosas, pues los demás habitantes sobornaron al cuidador con collares y alhajas, y en todas las chozas ya había una pequeña fogata. 

Pronto aparecieron otras tribus, atraídas por el resplandor que en las noches podía verse a gran distancia. Los líderes de la tribu temían una invasión, y se prepararon, enseñando a su gente a usar el fuego como arma. El primer intento de invasión tuvo un resultado horrible. El fuego fue usado sin reparo y se provocó un incendio que destruyó buena parte del bosque antes de ser apagado por la lluvia, dejando decenas de cadáveres quemados en ambos bandos. Nuevamente los partidarios de la vuelta a las raíces cobraron fuerza, anunciando que pronto toda discusión acabaría en el uso del fuego, que el hermano quemaría la casa del hermano, y que ya estaba cerca el día en que el fuego consumiría al mundo. 

El partido de los pacifistas, como ahora se les llamaba, logró al fin que el fuego fuera abolido de la aldea. Los pacifistas entraron a todas las casas a apagar las fogatas, matando a aquellos que se resistían. El jefe de los pacifistas declaró que el hombre no tenía la inteligencia para gobernar el fuego, y que desde hoy volvería la felicidad, y otra vez tendrían la bendición de los dioses, ahora que estaban libres de toda blasfemia. 

La paz en la aldea duró muy poco. Apenas dos días después, otra de las tribus que había llegado al bosque los atacó y convirtió en esclavos a los pocos que sobrevivieron, usando el fuego que les había llevado un desertor de la aldea, y por el que se dijo que había recibido dos mujeres y diez ovejas como pago por su traición. Ellos se atribuyeron el descubrimiento del fuego desde entonces, negando a sus verdaderos descubridores.

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