jueves, 10 de julio de 2025

Los románticos ilegales



Cuentan que en una ciudad, en un país, en un gobierno, se decidió que el amor era una invención del colonialismo europeo, aprovechado por la élite mundial dominante para mantener oprimido al pueblo, mediante la comercialización de objetos como flores, chocolates, vinos, y otros productos. Las historias de amor fueron vistas como una forma de adormecer al pueblo y distraerlo de sus responsabilidades de clase, alentando la insensata idea del progreso personal, que contradice las ideas de igualdad social impulsada por el gobierno. 
Desde ese momento se decretó que el gobierno debía aprobar la unión de las parejas, conforme a los principios revolucionarios, basados en comportamiento, etnicidad, y adhesión a los objetivos nacionales. El primer paso para llevar a cabo la abolición de la idea capitalista del amor fue la censura a todas las menciones románticas en los medios de comunicación. Se organizó un ejército de severos censores de la nueva decencia, que suprimían cualquier mención del amor en libros, periódicos, e incluso en folletos publicitarios y en las tareas escolares. Por supuesto, las redes sociales fueron su principal objetivo. Adquirieron sofisticados equipos de rastreo para identificar y encontrar a los autores de escritos y poemas de amor, así como a quien cometiera el error de poner un “me gusta“. 

Ante esta situación, apareció una red de tráfico ilegal de poemas y cartas de amor. Papeles escritos a mano o con impresoras caseras empezaron a circular clandestinamente. Se vendían en oscuros callejones décimas espinelas, versos, alejandrinos, prosas románticas y suspiros escritos, dirigidos a parejas de amantes que desafiaban las órdenes gubernamentales. Cuando estos traficantes eran atrapados por la policía, alegaban ser inofensivos, traficantes de drogas, aprovechando que el gobierno había relajado el control de este mercado, al considerarlo una opción aceptable al escape de la realidad que representaba el amor. Los escritores del mercado negro del amor empezaron a acumular riquezas, que se volvieron fáciles de detectar por el gobierno, ya que se sabe que toda revolución trae consigo años de escasez. 
Los censores, por su parte, buscaban mensajes o códigos secretos en las noticias deportivas y en los textos que hablaban del amor a la patria. Los chocolates y las flores se convirtieron en productos controlados, lo que no evitaba que fuera frecuente que estos fueran entregados con pequeños mensajes ocultos en el empaque, puestos por el empleado a cambio de algunas monedas. Poco después, los medios de comunicación, controlados por el gobierno, presentaban orgullosos las últimas noticias del desmantelamiento de una red criminal que distribuía cartas de amor ocultas dentro de pizzas entregadas por motocicletas de delivery. Los noticieros estatales mostraban también el éxito de las parejas aprobadas por el gobierno, en marchas que presentaban parejas que desfilaban serias y sin apenas mirarse. 

Cuando el gobierno creía tener la situación controlada, la policía secreta descubrió comportamientos inusuales en los actos oficiales. Jóvenes intercambiando miradas sospechosas, parejas tomándose las manos al entonar las marchas revolucionarias, abrazos grupales y vivas al presidente con un entusiasmo y una entonación que parecía significar otra cosa. Era difícil señalar una desviación específica a las políticas oficiales, y ni siquiera los agentes que se intentaron infiltrar pudieron dar pruebas de una conspiración. Los arrestos que se hicieron no tuvieron ningún efecto sobre las muchedumbres en los actos oficiales. 
Con el tiempo, el control se relajó, y ya no era raro ver a altos funcionarios acompañados de parejas que no eran las designadas por el gobierno. En los pueblos alejados había menor control, lo que provocó migraciones de jóvenes de las grandes ciudades. 
Hasta hoy, si se presta atención, se puede observar en el transporte público, a un hombre entregando una pequeña flor a una mujer, que le entrega a su vez un pequeño pedazo de papel. Los asientos dobles son dejados libres hasta que llega una persona, y poco después, otra del sexo opuesto, con quien intercambia miradas furtivas mientras los pasajeros que están de pie hacen pantalla para evitar a las cámaras y a los agentes del gobierno. Un turista extranjero, se alcanza a escuchar lo que dice en voz baja: Para recuperar el significado del amor, lo que se necesitaba era prohibirlo.
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