sábado, 31 de agosto de 2024

Anécdota mal entendida



Dice una famosa historia (que debe ser una mentira, como todas las que nos repiten para tratar de ilustrar un punto) que en 1899, el director de la Oficina de Patentes de los Estados Unidos dimitió de su cargo y recomendó cerrar dicha oficina, porque pensaba que todo lo que podía ser inventado ya estaba inventado. Con todo, esa es una de las historias que capta mi interés, porque se trata de una frase que dice todo el mundo, pero frente a la cual nadie hace nada. Cada vez que alguien anuncia un producto nuevo, todos dicen que ya no saben qué inventar, y esto se viene repitiendo desde siempre, pero ese director es el único del que se sabe que tomó una decisión al respecto. Buena o mala, pero no se quedó repitiendo la frase sin hacer nada como todos los demás.

domingo, 11 de agosto de 2024

Los cuentos de hadas ya no son lo que eran


Los cuentos de hadas ya han perdido su sentido. Nadie los ve como una fuente de fantasía e imaginación, y cuando son leídos, sólo son entendidos de la manera más superficial. Es por eso que las mujeres buscan un príncipe azul, pero también exigen que no les cuenten cuentos. Dicen buscar la magia, pero la confunden con trucos baratos. Quieren la fortuna al final del arcoiris, pero no quieren caminar hacia él y prefieren que alguien se les lleve el arcoiris hasta su casa. 
Los hombres quieren encontrar a una princesa que los bese, aunque ellos se vean como sapos, queriendo ser príncipes, aunque sean solo sapos. En cambio, las que se creen princesas, quieren a un príncipe, sin importarles que este se vea como sapo. Y así quedan buscando a esa cenicienta hermosa y que además sepa limpiar y ordenar. Viven así, creyendo su propio cuento, ignorantes de que en la vida real, el príncipe, cansado de pasar con el zapato de cristal, se quedó con la bruja, porque era la única que sabía cocinar. 

Hoy la gente parece haber convertido los cuentos de hadas en un fanfic en donde se inventan como la princesa, cuando en realidad son la madrastra. Ni son blancas como la nieve, ni tienen el pie tan pequeño que a nadie más le entra su zapato, pero aun así quieren a un príncipe azul. 

Sin hada madrina que las ampare, buscan un final de cuentos que las saque de ese drama de telenovela. Se les reconoce porque confunden el costo con el valor, la apariencia con la esencia, y la riqueza con la felicidad. Dicen que odian la mentira, pero en verdad solo odian la mentira ajena y no la propia. 

Más de una vez me he encontrado con una de ellas, y descubrí lo peligroso que es hacerles notar que su actitud no es la de la inocente princesa que es feliz en su pobreza, sino la de la malvada madrastra que hace todo por aparentar lo que no tiene. En esa ocasión pude ver a una de ellas convertirse en un dragón que escupía fuego, solo por mencionar que la belleza está en el alma. 

Para terminar, diré que aún está pendiente el episodio en que le proponga a una mujer que sea la princesa de mi cuento. Si me acepta, le diré que eso implica ser secuestrada, encerrada, o víctima de algún terrible maltrato mientras espera a que yo llegue.
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