Eulios, quien
vivía recorriendo pueblos para contar historias a cambio de monedas, me contó
esta, que fue su verdadera historia, cuando enfermo ya, no esperaba vivir más
allá de aquella noche, como en verdad sucedió:
En el tiempo en
que yo era muy joven, casi un niño, peleé en la guerra contra los tesios. Tras
la derrota, que fue muy dura, el ejército se desbandó y yo me encontré vagando
por los caminos. No tenía intenciones de regresar a mi pueblo, pues no había
logrado gloria en la guerra, ni obtuve distinción alguna por mi valor. Conocí
en cambio, y fui amigo de Thelios, el de afilada espada, y quien realizó en
aquella guerra tan grandes hazañas que su nombre me sirvió de salvoconducto
cuando llegaba a un pueblo. La fama de Thelios ya se había esparcido y empecé a
contar historias de nuestro tiempo juntos a cambio de comida y lecho en las
posadas.
Pero la gente no quería escuchar sobre nuestra amistad ni sobre su
generosidad conmigo, sólo quería saber de sus hazañas y sobre cómo pudo seguir
luchando a pesar de tener clavada una lanza. Cada vez más gente se reunía para
escuchar mis relatos, pero no la parte en que compartimos, sólo su actuación en
la batalla. Allí fue cuando me convertí en el narrador de la guerra de los
tesios, cuando quité mi parte de la historia y solo narré la de Thelios. Pronto
el rey de los acadios me llamó a su palacio para escuchar la historia. Traté
entonces de contar mi historia lo más fielmente posible, pero el rey no se
mostró entusiasmado. Solo al final me dijo, con tono de quien lo ordena: “En
esa guerra estuvo también mi pariente Aligio, nárrame de sus hazañas”. Yo, que
no conocí a Aligio más que de nombre en esa época, dudé un momento, temeroso de
causar la furia del rey, hasta que de pronto empecé la nueva historia. Otros
actos de bravura de esa guerra conté, atribuyéndolos a Aligio, con lo que el
rey se mostró satisfecho y me dio albergue y varias monedas de oro, a cambio de
repetir la historia las noches siguientes.
Cuando volví a
recorrer los caminos, ya mi fama se había difundido. Cuando llegaba a un
pueblo, la gente se reunía para escuchar la historia. Pero cuando terminaba la
historia de Thelios, me pedían también la de Aligio. Y cuando terminaba, me
pedían más, me preguntaban lo que pasaba en el ejército de los tesios. Aunque
solo conocí a los tesios como enemigos en batalla durante la guerra, poco a
poco fui inventando historias basado en lo que me contaban otros soldados
durante la marcha. Las hazañas de Thelios y Aligio también parecían a la gente
cada vez menos interesantes, así que fui exagerando cada vez más su valentía.
Ahora Thelios y
Aligio eran amigos, jefes del ejército que obtuvo una derrota honorable ante un
enemigo digno. Aligio obtuvo en mi historia el lugar que había querido para mí
mismo, a cambio de las monedas y la fama que recibía. Un día, en un palacio
real, uno de los consejeros me dio una moneda para mencionar en la historia el
nombre del padre del rey. En poco tiempo, tenía el nombre de los soldados del
ejército y las historias de muchos otros héroes, todos a cambio de las monedas
que recibía.
Con los años, yo
mismo había olvidado ya lo que había pasado realmente en esa guerra. Thelios y
Aligio eran reyes, hijos de dioses en las historias que contaba ahora, el
ejército estaba lleno de héroes que realizaban cada uno sus propios prodigios,
y la guerra había sido larga y fue ganada gracias a la intervención de los dioses. Los
tesios eran también ahora un país maravilloso que contaba con héroes y gigantes
en sus filas, además de animales acorazados como no se han visto antes o
después.
Hoy, que la gente
va a los templos de Thelios y de Aligio a pedir su ayuda, que los ejércitos
invocan sus nombres y los de otros héroes que yo inventé antes de salir a la
batalla, y que la historia escrita en rapsodias de sus hazañas es leída en
todos los palacios, quiero que sepas la verdad. Es el pueblo el que elige a sus
héroes, y la verdad no importa si la historia gusta a la gente.
Así murió Eulios,
el famoso contador de historias. No pienso divulgar la verdadera historia de la
guerra de los tesios, nadie la creería. Muchos pueblos aseguran que sus
antepasados fueron héroes en aquella guerra que en realidad fue una sola
batalla, y no aceptarán la verdad. Por eso estoy escribiendo esta tablilla de
arcilla, con la esperanza de que sea encontrada algún día, cuando incluso
nuestros dioses no sean más que cenizas. Tal vez entonces alguien la encuentre
y se sepa lo que ocurrió realmente.
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