Ocurre todas las semanas.
La gente llega al trabajo después del fin de semana cansada y sin ánimos, con
la expresión de la derrota reflejada en el rostro, y maldiciendo al lunes. ¿Por
qué tenía que ser lunes? ¡Otro lunes! ¡Castigo del cielo! y cosas semejantes se
escuchan en todas las instalaciones de la empresa. Yo, por mi parte, trato de
acordarme de los tiempos felices en que el lunes era solo otro nombre en el calendario, solo para recibir un golpe de dura realidad al recordar que jamás ha habido época
sin lunes en toda mi vida, porque hasta las guarderías inician la semana en
lunes, la escuela empieza los lunes, para que los niños aprendan desde temprano
lo que significa; cuando conseguí mi primer trabajo me dijeron “empiezas el
lunes” con un tono de advertencia ominosa; puedo mencionar que también en el
trabajo cuando una labor es especialmente pesada o desagradable, se usa la
frase “lo dejamos para el lunes”, y por esta razón el lunes es cuando tenemos
que hacer los trabajos más pesados, aquellos que no queremos hacer. Y todo el
mundo sabe que los lunes es cuando la gente hace no que no quiere hacer, desde
los funcionarios públicos que nos dicen “regrese el lunes” hasta nosotros
mismos, que para todas las tareas desagradables, los propósitos personales y todo lo que nos recomienda el
médico tenemos la frase “el lunes empiezo”.
Puesto a pensar
en el tema, lo que la gente en realidad odia no es el lunes, sino el hecho de
que el fin de semana se acabó. Tal vez, y esto es ponerme como abogado del
diablo, la intención es que el día de descanso sirva para que uno descanse y
llegue al lunes lleno de energía y contento, pero la verdad es que el efecto es
exactamente lo contrario. El sábado y el domingo son de descontrol total y uno
llega al lunes con el cuerpo cansado, con ganas de esconder la cabeza detrás
del monitor de la computadora, poner un cartelito de “No molestar” en la puerta
de la oficina y esperar que el jefe esté tan cansado como nosotros y no se
asome mientras estamos durmiendo. Es que en un lunes cualquiera no parece haber
más ánimo que para tuitear o facebookear lo mucho que uno odia los lunes,
alguien debería hacer algo, decretar una ley en contra de los lunes, que tanta
baja en la productividad ocasiona.
Así que el lunes
pasado, a esa hora en que todavía todos estábamos un 50% zombis se escuchó un
grito desgarrador en la quietud de la oficina: ¡¿Quién fue el que inventó los
lunes?! Allí fue que me puse a pensar en que esa no era una pregunta tonta, que
en verdad necesitamos saber quién fue para acordarnos cada inicio de semana en
nuestras oraciones para asegurarnos de que tenga un lugar preferente en el
infierno. Y me puse a investigar sobre el tema.
Resulta que la semana de siete días la inventaron los babilonios, quienes decidieron consagrar ese día a la Luna, tal vez por tanta gente alunada que se veía ese día. Pero en ese entonces el lunes era un día como cualquiera otro de la semana, en que no se había inventado todavía de fin de semana ni la jornada laboral, y no existían esas connotaciones negativas. Entonces el
inventor del lunes tal como lo conocemos hoy fue nada menos que Constantino el Grande, quien luego de la batalla
del puente Milvio, se vio dueño del imperio romano, y con licencia para hacer
lo que le pareciera, así que declaró al cristianismo como la religión oficial.
Pero como los cristianos tampoco estaban muy organizados, se dio el mismo a la
tarea de poner orden y terminó mezclando ideas y liturgias romanas, griegas, y
arrianas, para darle forma a la iglesia católica tal como la conocemos hoy.
Gracias a él se hizo el primer concilio ecuménico, se ocupó como sede papal lo que hoy es la
basílica de San Juan y luego la de San Pedro, se suspendieron las luchas de
gladiadores y los leones comiendo cristianos que tanto tema de películas han
dado, y por último, decretó que el día santo debería ser el domingo, como
primer día de la semana, en vez del sábado como último día, con lo que se formó
el fin de semana como hoy lo conocemos. Y fue precisamente el primer lunes
laborable en que todos los romanos después de tirarse su merecido bacanal
regresaron a sus labores ojerosos y cansados, como lo hacemos hasta el día de
hoy.
Feliz Lunes.
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