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miércoles, 23 de mayo de 2012
Diatriba
Su despedida fue un monólogo largo y frondoso. Durante largos minutos me fue describiendo todo lo que había tenido que soportar, los días sin noticias, las faltas de atención y mis imperdonables descuidos. No faltaron los adjetivos y comparaciones. Sin duda un discurso brillante, realizado con convicción irresistible, adornado con las metáforas e hipérboles apropiadas para el momento. Hacía un certero análisis de todos mis defectos, citando todas las veces en que le había fallado, en perfecto orden de importancia y nombrando cada vez el efecto perverso que ello había causado en sus sentimientos. Por si fuera poco, agregó todo aquello que pude haber hecho y que no hice, para culminar expresando sus planes para el futuro que tenía ahora que ya no contaría con el lastre de mi presencia.
Yo escuchaba todo aquello y lo único que se me ocurría pensar era en el buen uso que le había dado a todos los libros que le había regalado durante nuestra relación.
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