martes, 29 de noviembre de 2016

Así hablaba el universo


Tú, sujeto insignificante. Sí, a ti te estoy hablando. Soy el universo, y estoy perdiendo mi tiempo hablándote a ti. No creas que eres algo importante para que yo me dirija a ti, es solo que hablar contigo es como hablarle a cualquier otro en cualquier otro planeta o civilización, así que no te sientas especial. Y es justamente de eso que quiero hablarte. Los seres pequeños como tú piensan muchas veces que el universo conspira a favor o en contra suya. Déjame decirte que eso es falso. El universo, que es algo tan grande que tu mente no puede siquiera concebir, no va a perder su tiempo prestándote atención e interviniendo a favor o en contra tuyo. Déjame ponerlo en perspectiva e intenta entenderlo: El universo, que soy yo, contiene cientos de millones de galaxias, cada galaxia contiene decenas de millones de estrellas, cada una con decenas de planetas y satélites, tú mismo eres uno dentro de millones de personas ¿y crees que voy a pensar en ti? Tengo cosas mucho más importantes en qué ocuparme, galaxias que chocan entre sí, agujeros negros súper masivos, la deformación del espacio-tiempo, no tengo tiempo ni ganas para ocuparme de tus ridículas ideas de superación personal. A decir verdad, tus nociones de éxito me son indiferentes y carentes de sentido, así que no tengo interés en ningún ser humano. 

Tu planeta tampoco me merece una atención especial, el que sea habitado tampoco es gran cosa. Acéptalo, hay muchos sistemas estelares y planetas más interesantes que el tuyo. Tan poco me interesa tu suerte que no presto atención a la destrucción de su superficie. Porque lo que tú llamas temerosa y pomposamente el fin del mundo no es más que una alteración de su superficie, que no afectará al planeta en sí, ni a su estrella ni al resto del sistema planetario. Incluso si así fuera, no me interesaría gran cosa. Planetas y estrellas se crean y se destruyen todos los días, y el tuyo no es muy diferente para mí. Y no me vengas con que aquí hay vida inteligente, que comparado con otras no es más listo que una bacteria.

No me culpes entonces de tus fracasos ni me agradezcas por tus éxitos, que yo no he tenido nada que ver en ello. Si triunfas o fracasas se deberá a lo que hagas tú o los demás habitantes de tu planeta. Y si acaso cae un asteroide y destruye toda vida en tu mundo, tampoco debes tomarlo como algo personal, simplemente son cosas que pasan en todo el universo. La cosa es tan simple como que si cumples las leyes del universo podrás sobrevivir, y si no las obedeces sufrirás. Tú felicidad me es tan ajena como lo sería para ti el destino de un átomo al otro lado de tu planeta. No lo olvides, no te estoy vigilando. Soy el universo.

domingo, 20 de noviembre de 2016

La recepcionista del gimnasio


Varias veces ya he tratado de explicar a mi amiga Rosaly los motivos por los cuales ha sido despedida del gimnasio donde trabajó por casi tres meses. El problema es que el evento está aún muy cercano y ella todavía no está para escuchar razones, interrumpiendo mi explicación e insistiendo en historias de odios y envidias para justificar su despido. Yo, aunque no tengo nada que ver con su jefe ni conozco la historia de primera mano, llegué a ver lo suficiente para saber exactamente lo que pasó, de modo que ahora escribo la historia para que la pueda leer en calma y sacar sus propias conclusiones que le sirvan en futuras experiencias. El relato es este:

En principio me pareció mala idea aceptar ese trabajo como recepcionista y cuasi administradora en un gimnasio. Allí llega gente un poco rara, gente con baja autoestima o gente obsesiva, y siempre dudé de que mi amiga pudiera manejar todas las situaciones que sin duda se le iban a presentar. En efecto, ya en la primera semana tenía un nutrido anecdotario que compartir. Por otro lado está el propio aspecto físico de Rosaly. Ella no tiene una figura de súper modelo, pero tampoco llega a calificar como gorda ante la gente normal. Y ese es el problema. En un mismo día recibió miradas de odio de las clientas con sobrepeso por verla tan delgada, y de desprecio por parte de las más delgadas, quienes la calificaban de obesa mórbida.

Otra fuente de stress resultó ser la ubicación de las máquinas de ejercicios. Resulta que hay gente a la que le gusta que la vean por la ventana mientras hace ejercicio, mientras otros quieren hacerlo a escondidas del mundo, así que los pedidos de cambio de ubicación eran cosa de todos los días. Fue en esos días cuando yo intervine en la historia, cuando Rosaly me pidió ayuda para verificar la balanza de cortesía. Cuando llegué, a la hora en que también se comienza a llenar el gimnasio con las personas que salen del trabajo, lo primero que hice fue preguntar a qué se debían las quejas sobre la balanza. Como respuesta recibí una andanada de críticas totalmente dispares que me dejó confundido. Algunas clientas juraban y rejuraban que la balanza marcaba varios kilos demás, mientras otras ponían por testigo a la virgen de que la balanza marcaba kilos de menos, en todos los casos bajo la autorizada opinión “de la balanza que tengo en el baño de mi casa”. Mi sugerencia fue traer algunos objetos de peso conocido, como botellones de agua o pesas marcadas para verificar la realidad. La sorpresa no fue la comprobación de que la balanza funcionaba perfectamente, sino la reacción del corro de mujeres que afirmaba que yo estaba parcializado con el dueño del gimnasio, y que alteraba los pesos a propósito para mejorar el negocio. Ante tal estado de confusión, hice lo que suelo hacer (y que hacen aquellos que no tenemos el hábito de fumar) para despejar la mente y calmarme: Saqué una barra de chocolate de mi mochila y empecé a morder. En ese momento yo no sabía que eso era como mostrar un trapo rojo a un toro. En el acto casi se produce una batalla campal entre las que trataban de apoderarse de mi chocolate y las que gritaban al cielo que cómo era posible que trajera esa fuente de calorías y colesterol a un gimnasio.

Una vez calmado el tumulto, inmune a la experiencia, me atreví a comentar a Rosaly mi desacuerdo con la música ambiente. En mi opinión, como que el reggaetón no va con los ejercicios aeróbicos. Lo malo no fue lo desacertado de mi comentario, sino que Rosaly siguiera mi consejo a la tarde siguiente. El motín resultante fue otro clavo al ataúd de su empleo. La gota que colmó el vaso fue el carácter amable de mi amiga, quien ya había tomado confianza con algunas clientas, además de aquellas que ya conocía por vivir en el vecindario. Un simple saludo del tipo “Cuánto tiempo sin verla” o “Qué milagro que la veo por aquí” a la persona equivocada ocasionaron una queja a la gerencia, acusando a mi amiga de criticar a sus clientas diciendo que nunca iban al gimnasio. El gerente le explicó que en este tipo de negocios está prohibido cualquier frase que pudiera remotamente implicar que un cliente está gordo. Estas frases incluyen las “Cada día se le ve mejor” que puede ser interpretado como una alusión a una operación estética, y las variaciones del “Tengo hambre”, que son interpretadas como un “Tengo un metabolismo mejor que el tuyo y puedo comer lo que quiera”. Como sea, mi amiga fue invitada a retirarse del trabajo, con solo el consuelo de decir que fue “por mutuo acuerdo”.

Ahora que escribo la historia y está puesta en blanco y negro, espero que mi amiga pueda analizarla y entenderla para sus futuras experiencias laborales, y sobre todo, para que no vuelva a meterse en un sitio de esos sin comprobar que no se trata de una cueva de locos.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Carta a los norteamericanos

Ahora que ya se ha anunciado que Donald Trump será el presidente de Estados Unidos, a pesar de todas las encuestas, las exhortaciones de los Vengadores, las advertencias de múltiples personalidades de la intelectualidad y el arte; ahora que la gente todavía está ocupada estudiando las centurias de Nostradamus, el Libro de las Revelaciones y los capítulos pasados de los Simpson buscando el cumplimiento de las profecías apocalípticas, ahora levanto mi voz desde mi humilde colina para decirle unas cuantas cosas a los ciudadanos norteamericanos y también a los que viven allá aunque no sean ciudadanos norteamericanos:

Antes que nada, a todos los white trash, a los misoginos, a los descendientes de inmigrantes que rechazan a los inmigrantes, a los que no pueden ubicar su propio país en un mapa, a los que se quejan de que la competencia china no les deja fabricar productos en su país con materia prima extranjera, a los que apoyan la posesión de armas y consideran las matanzas y tiroteos semanales como un daño colateral que pueden soportar,  a todos ellos les hago llegar mis felicitaciones, porque uno de ustedes ha llegado a la presidencia de vuestro país.

Pero no crean ustedes que a partir de ahora van a vivir su mundo feliz, porque hay un precio que pagar por todo esto, no va a ser tan fácil y desde hoy habrá consecuencias que puedo listar fácilmente.

Por ejemplo, desde hoy ustedes, ciudadanos norteamericanos, no tendrán derecho a mirarnos por encima del hombro, a juzgar nuestras costumbres como pintorescas, ni a reírse de nuestras democracias. Desde hoy, ustedes pasan a convertirse en una democracia latinoamericana que elige a un líder iluminado, a alguien que más temprano que tarde hará reír al mundo en las grandes reuniones internacionales. Desde hoy ya no podrán hablarnos condescendientemente de Maduro, Kirchner, Correa, Fujimori y todo el etcétera latinoamericano. Recuerden, nosotros ya conocemos a este tipo de presidentes y sabemos manejarlos, ustedes no saben y sufrirán aprendiendo.

A todos ustedes que estaban planeando un viaje a Varadero para fin de año, les recomiendo que se apuren, porque en cualquier momento les cortan de nuevo la entrada y se van a tener que conformar con lo que sus amigos de otros países les cuenten. A los cubanos esto tampoco creo que les afecte mucho, porque bastante tienen con los turistas de otros países.

Lamento decirles, amigos norteamericanos, que esa idea del muro no va a funcionar. Ustedes no nos conocen a los latinos cuando nos obligan a hacer algo pero ya se van a enterar cuando intenten empezar ese muro. Vamos a decir que si, que estamos de acuerdo, que es una necesidad, pero también vamos a decir que hacen falta estudios, que hay que ver el presupuesto, que sí, que ya lo vamos a empezar, pondremos la primera piedra en una gran ceremonia para luego dejar la obra abandonada por retrasos en la planificación, que los materiales ya llegan, que el sindicato está en huelga y que el presupuesto estaba mal hecho y se necesita el doble de dinero. Al final, si Donald Trump de verdad quiere hacer su muro, va a tener que hacerlo él mismo, pero como ningún norteamericano va a querer trabajar de albañil, tendrá que contratar mexicanos, y ellos pedirán aumento de sueldos en dólares, mientras pasan a todas sus familias por la noche. Así, la construcción durará años de años y nunca se acabará, créanme, que eso es lo qué pasa siempre por aquí.

En cuanto a los musulmanes y la idea de prohibirles la entrada, estoy seguro que la primera prueba de fuego que tendrá el gobierno de Trump será la próxima vez que llegue Shakira. Allí los quiero ver preguntándoles si tiene familia en el Líbano, si es de la ISIS, y a todos los agentes de aduana haciendo cola para registrarla personalmente, diciendo que el detector de metales y los rayos X están malogrados.

A nosotros los latinoamericanos en realidad no nos asusta mucho la llegada de Trump a la Casa Blanca. Total, ya hemos visto pasar a Reagan y a Bush, y Estados Unidos siempre ha sido el grandote abusivo de la escuela interamericana, y eso no iba a cambiar con ninguno de los dos candidatos. Y si a pesar de todo, quieren hacernos más problemas de lo normal, tenemos medios para hacerlos cambiar de opinión. Recuerden que nosotros somos sus principales proveedores de droga y si nos fastidian les cortamos el suministro por tres o cuatro meses, con lo que todas sus ciudades caerán en el caos y la anarquía. Veremos entonces quién es más fuerte. Total, con todo el dinero que ustedes pagan por la droga, podemos aguantar más tiempo que ustedes.

Ahora será para nosotros la hora de reírnos de los turistas norteamericanos cuando lleguen, de decirles que la Secretaria de Estado será Kim Kardashian, que en su país sus asesores serán elegidos en un reality show, y que vienen a incrementar las importaciones de peluquines.

Amigos norteamericanos, dicen que los pueblos tienen el gobernante que se merecen, prueben entonces la verdad o falsedad de este dicho.

viernes, 4 de noviembre de 2016

La biblioteca


Cuando entré a la biblioteca de Don Genaro, no tenía todavía una idea clara de lo que debía esperar. Mi experiencia es este aspecto es limitada, por decir lo menos. Claro que he entrado a algunas bibliotecas públicas o a las de algunos centros culturales, pero nunca a una privada y de este tamaño por añadidura. Supongo que esperaba algo como lo que se ve las películas de misterio, un enorme recinto oscuro lleno de tomos encuadernados en cuero atendido por un hombre tenebroso. Pero esta biblioteca tiene una buena iluminación y un sistema de aire acondicionado que le quita ese olor característico a libro viejo que creía inseparable del concepto de una biblioteca. Lo que se mantiene es esa cierta impresión de lugar sagrado y los libreros altísimos que hacen necesaria una escalera corrediza y dan una sensación de claustrofobia a quien la visita por primera vez.

Algo de Borgiano tenía esta biblioteca, y Don Genaro lo sabía. Sabes que una vez tuve ganas de organizar los libreros formando un laberinto, me dice. ¿Te imaginas la sensación de estar perdido entre los libros, de que alguien te busque en este laberinto, como en otra versión del jardín de los senderos que se bifurcan? Yo lo pensaba más bien como una selva que hay que explorar, en donde lo mismo podría encontrar bestias feroces o tesoros escondidos, una selva de libros de diferentes tamaños y colores, lo contrario a lo que significa el orden, en donde es necesario abrirse paso y que se cierra tan pronto uno termina de pasar. Siempre me he preguntado si es que los dueños de bibliotecas tan grandes han leído todos los libros que contienen y si es que en realidad se deshacen de aquellos libros que han resultado una decepción al leerlos. - No, la verdad es que muchos de estos libros eran de mi padre, hay muchos libros de derecho, de sistemas de antes de las computadoras y cosas así. En cuanto a deshacerme de libros, lo he intentado un par de veces, con mi esposa me sentí como el cura y el barbero requisando la biblioteca de Don Quijote. Al final, no tiré muchos libros, por pensar que la mayoría merecían una segunda oportunidad. Recordamos entonces que esa escena del Quijote era una metáfora del juicio final, en donde se condenaba a a los malvados al fuego eterno. Ahora estoy convencido de que mientras haya un espacio libre y pueda acomodar más estantes, esta biblioteca seguirá creciendo.

Invitado por el dueño, paso la mano por uno de los libreros al azar con la esperanza de que encontrar algún ejemplar notable. Obviamente, mi tacto se siente atraído por los tomos más antiguos. El primer libro que escojo resulta ser el anuario de una sociedad de derecho, impreso con esa tipografía propia de las primeras décadas del siglo XX, y llena de pies de página, comentarios y anotaciones hechas con pluma. Estoy seguro de que todos los artículos y estudios aquí están ya obsoletos, aparte de lo árido del tema, pero me abstengo de sugerir a Don Genaro que se deshaga de él. Tal vez tenga aún valor histórico, pienso mientras entiendo el reparo a deshacerse de los libros que me mencionó. Por fin llegamos a los estantes donde están los tomos de literatura antigua, la razón de mi visita, que es la búsqueda de una traducción de los viajes de Abu Navid. Me da esperanza ver que los libros son en verdad raros. Son libros cuyos títulos me son igual de desconocidos que el nombre de sus autores. Esta vez la sensación es la de estar en una librería de viejo, pensando en esa lotería que sería encontrar una edición príncipe o una obra perdida, tal vez una obra olvidada por la crítica que espera ser redescubierta. Aunque la búsqueda es interesante, no encuentro lo que vine a buscar. El padre de Don Genaro gustaba sin duda de la literatura fantástica, hay ediciones realmente antiguas de Gustav Meyrink y una edición alemana de “El Puchero de Oro “. No puedo resistir la tentación de pedir prestado uno de los libros, con el retador título de “Los cuentos del relojero abominable”.

Como despedida y agradecimiento, le dejo a Don Genaro una frase que escribí una vez: “Un libro es como un camino, cuando empiezas a recorrerlo no sabes hasta dónde te ha de llevar, el camino puede ser largo, puede ser sinuoso, habrá tramos en donde te sientas cómodo o partes empinadas y difíciles, paisajes por descubrir y recodos que sólo tú serás capaz de admirar. Después de llegar al final, sabrás si el viaje valió la pena, y descubrirás que el camino es solo de ida, que el regreso es imposible, que aunque regreses al lugar de donde partiste, no volverás como el mismo que partió un día.”
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